La quincuagésima película de Woody Allen, sin ser una de sus grandes, no defrauda: se trata de una pequeña comedia romántica, con un toque de enredo y muchísima nostalgia.
Una apasionada relación entre un adolescente y un profesor universitario deslumbra por la estética y las interpretaciones, y suscita cuestiones que el guion cierra bruscamente.
Reitman muestra con claridad el problema de la adicción a las redes sociales y a la pornografía en Internet, pero esquiva la respuesta moral que el planteamiento pide.
Esta película espacial es un espectáculo grandioso, con un complejo relato sobre agujeros negros, viajes en el tiempo y realidades en cuarta y quinta dimensión.