Christopher Nolan cierra su trilogía sobre Batman, con una película notable pero demasiado larga, dentro de un estilo muy personal de afrontar el cine de superhéroes.
Película que, aunque en algún momento llega a ser atrevida, posee un fondo capriano: invita a hacer un esfuerzo por ser feliz y a pensar en los demás... y deja buen sabor de boca.
Lynch engaña al público durante dos horas y media alimentando expectativas, creando atmósferas malsanas, haciendo dudar sobre qué es verdad y qué es mentira.