Estar casados puede suponer una diferencia –para bien– en la salud de los cónyuges, pues de alguna manera los aleja de la posibilidad de adoptar hábitos dañinos. La ventaja se observa en comparación tanto con los solteros y separados, como con los que viven en uniones de hecho.
Una costumbre relacionada con una mala calidad de vida es la de permanecer horas y horas ante la televisión. En la web del Institute of Family Studies, Peyton W. Roth y Bradford Wilcox reflexionan sobre el tema con datos del American Time Use Survey, un sondeo concebido para detectar cómo emplean su tiempo los estadounidenses.
“Los adultos separados y los que nunca se han casado –dicen– pasan más tiempo que los casados frente a la pantalla de TV. Esta diferencia es particularmente señalada entre los hombres: los divorciados, los separados y los nunca casados ven, en promedio, 3,1 horas de TV al día, mientras que los casados le dedican a esto apenas 2,3 horas”.
Con las mujeres se repite el esquema, pero la incidencia es menor: las casadas emplean 1,9 horas diarias ante la tele, contra 2,4 las que no tienen pareja.
Sea que los consultados tengan educación superior o no, y con independencia igualmente del grupo étnico, la tendencia es invariable. El estado civil pesa bastante más que cualquier otro aspecto en el consumo televisivo. Por ejemplo, los casados sin estudios superiores ven 2,4 horas diarias, frente a las 3,1 horas que ven los divorciados. Y entre los que sí pasaron por la universidad, igual panorama: los casados, 1,8 horas; los divorciados, 2,2.
Podría ser que la diferencia se debiera no al matrimonio, sino a la convivencia en pareja, pues la misma vida en común, haya habido boda o no, implica más responsabilidades domésticas. Sin embargo, también los miembros de parejas de hecho pasan más tiempo ante el televisor: las mujeres, 2,3 horas diarias –casi tanto como las que no tienen pareja–, y los hombres, 2,8 horas, media hora más que los casados.
Los hombres divorciados, los separados y los nunca casados ven 3,1 horas de TV al día; los casados, 2,3 horas
Wilcox y Roth subrayan la vinculación entre el consumo excesivo de TV y la sensación de infelicidad y malestar psicológico de quien sigue este patrón. Señalan además que varias investigaciones establecen una relación entre este hábito y una peor salud, algo a lo que, explican, escapan los casados, “que tienen más probabilidades de asumir responsabilidades en el hogar y que se implican en actividades más orientadas a la familia”.
“El matrimonio –añaden– proporciona una estructura y un propósito, y a menudo llena los días de las personas con actividades gratificantes, ya sea llevar al niño a jugar al fútbol, compartir una comida con la familia o participar en actos de culto con el cónyuge. Aquellos que han pasado por un matrimonio frustrado, o quienes nunca se han casado, tienden a pasar más horas frente a la pantalla del televisor, y ello probablemente repercute de modo relevante en su felicidad y satisfacción”.
Efecto protector
Ahora bien, si según las estadísticas citadas los hombres casados pueden escurrirle el cuerpo al “sedentarismo televisivo” con mayor éxito que sus pares no casados, también tienen un menor riesgo de caer en adicciones más peligrosas, como el abuso del alcohol y el uso de cannabis.
Así lo constata un estudio efectuado por varios investigadores y publicado en la revista Psychological Medicine de la Universidad de Cambridge: los varones casados consumen menos estas sustancias, y también el tabaco.
El equipo, liderado por la Dra. Jessica Salvatore, de la Virginia Commonwealth University, tomó como muestra a 890 parejas de gemelos –1.790 hombres en total– y estudió sus datos de salud recogidos durante un largo período.
Según el análisis, el matrimonio aparece asociado con una reducción sustancial del consumo de drogas, en comparación con los separados o divorciados. Dicha disminución comienza incluso antes del matrimonio. La comparación entre gemelos descarta la explicación alternativa de que los efectos, en el caso de los unidos en matrimonio, se derivan de una mezcla de factores individuales y familiares.
Lo que sí parece revelar es que la perspectiva de que se va a comenzar una etapa nueva, de vida compartida, estaría incitando a abstenerse de consumir drogas. “Las expectativas sociales de que un ‘buen’ esposo no bebe o fuma excesivamente, pone presión sobre los hombres para reducir el uso de sustancias psicoactivas”, dice Salvatore a Aceprensa.
¿Funciona igual con las uniones de hecho? “El matrimonio implica un mayor grado de compromiso que la cohabitación, y es un estatus legal y social reconocido. Eso lo hace más protector contra el uso de sustancias que la unión de hecho”, refiere, y añade que dicho efecto disuasorio también lo tiene el hecho de haber tenido hijos, si bien dicho factor no aparece en esta investigación, pero sí en otra efectuada por ella.
El casado, con menos dolores
La tesis de que el matrimonio tiene una incidencia positiva en la salud del hombre es también el tema de un amplio artículo publicado en la web de la Escuela de Medicina de Harvard, en el que se plantea la interrogante de si, en vez de que el matrimonio favorece la salud, no es más bien que los hombres saludables son los que más se casan.
“Las investigaciones muestran que es al revés –señala el articulista–, pues los no saludables son quienes se casan más temprano, y asimismo tienen menos probabilidades de divorciarse. Además, una vez divorciados o tras enviudar, tienden más que los saludables a volver a casarse”.
Con independencia de si primero fue el huevo o la gallina, las estadísticas acuden en apoyo de la tesis del matrimonio como garantía de mayor salud. A principios de los 2000, un sondeo de los CDC a 127.545 adultos estadounidenses reveló que los casados sufrían menos dolencias, como migrañas y estrés psicológico severo; tenían menos limitaciones físicas o psicológicas para trabajar, y fumaban y bebían menos. Nota de interés era que quienes vivían en uniones de hecho tenían, a semejanza de los divorciados, mayor tendencia a padecer problemas de salud.
Haberse dado el “sí, quiero” tiene, para el bienestar de los hombres, implicaciones muy concretas. Y las diferencias se marcan, por ejemplo, en el caso de las enfermedades oncológicas.
Según un sondeo de los CDC de EE.UU., los casados sufren menos dolencias, como migrañas y estrés psicológico severo
Se citan dos estudios: el primero, dirigido por un investigador de la Universidad de Texas, con 27.779 hombres afectados por el cáncer. Según se comprobó, los no casados llegaban al momento del diagnóstico en un estadio más avanzado de la enfermedad. Asimismo, los pacientes que se mantenían en matrimonios intactos cuando se les diagnosticaba el cáncer, tenían una supervivencia mayor que quienes estaban separados en ese momento.
La segunda investigación, de la Universidad de Miami, examinó a 143.063 hombres con la enfermedad. En un período de 17 años se constató que los casados habían sobrevivido un promedio de cinco años desde el diagnóstico, frente a los apenas tres a los que llegaban los separados y los viudos.
Al final, al traducirse en más años y en mayor calidad de vida, el a veces tan denostado hecho de “firmar un papel” tiene más alcance que el que aparenta el simple trámite burocrático.