Un estudio señala que los empleados con mayor conciencia de estar contribuyendo al sostenimiento familiar, trabajan con más energía y son más productivos.
Nuria Chinchilla, directora del Centro Internacional Trabajo y Familia del IESE Business School, responde a algunas de las principales cuestiones que afectan a las mujeres en el mundo laboral.
Cada vez existen más alternativas a la jornada tradicional. A veces, la flexibilidad favorece la conciliación; otras, es una consecuencia de la “precarización” de las condiciones laborales.
El 1 de enero entró en vigor la ley que obliga a las empresas a negociar con los trabajadores cómo atender asuntos laborales una vez terminada la jornada.
La maternidad es un factor determinante para explicar por qué las mujeres tienen una tasa de empleo menor que los hombres, y por qué una proporción mayor de ellas trabaja a tiempo parcial.
Aunque la brecha por sexos se ha reducido, se debe a una disminución del tiempo dedicado por las mujeres, más que a un aumento por parte de los hombres.
El rendimiento escolar de los hijos se ve afectado cuando los padres no pueden ayudarles con las tareas porque sus horarios de trabajo son impredecibles.
Varias iniciativas buscan dar visibilidad a las necesidades de las madres empleadas, pero las mujeres que cuidan de familiares ancianos o los hombres se quedan atrás.
Para lograr la conciliación laboral y familiar es necesario abandonar un feminismo para “supermujeres” que pretende emular los excesos del mundo laboral masculino.
La práctica del “mindfulness” cotiza al alza entre los gurús del “management”. Pero no es la falta de sentido, sino de tiempo, lo que muchos trabajadores echan en falta.
Empresas importantes ofrecen jornadas laborales flexibles a sus empleadas para facilitarles la reincorporación tras un permiso de maternidad, y ponen en marcha programas de reciclaje para rescatar a antiguas empleadas.