Trabajo remunerado y familia: un equilibrio necesario

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Sobre la conciliación de la vida familiar y laboral se han escrito miles de páginas, y es una cuestión prioritaria en el debate político. Pero a pesar de este interés todavía no hemos encontrado una solución mágica que nos permita a mujeres y hombres tener hijos, cuidarlos y educarlos y, además, tener un trabajo remunerado que nos garantice recursos suficientes para proporcionarles una buena calidad de vida y el máximo bienestar material posible, sin tener que renunciar a nada en el desarrollo de nuestra carrera profesional.

Estamos ante un viejo problema para el que parece que no tenemos solución, aunque quizá, si lo miramos con ojos nuevos y lo abordamos desde otras perspectivas, seamos capaces de encontrar también nuevas soluciones. Es un asunto complejo que hemos abordado recientemente en un informe publicado por el think tank Milenio, y que exige repensar las políticas, en ocasiones mal llamadas, de conciliación.

Las mejores medidas de conciliación son aquellas que permiten a los jóvenes formar su familia y trabajar, ayudándoles a equilibrar el uso del tiempo

La búsqueda de la conciliación es un objetivo prioritario para todos los partidos políticos, pero ¿sabemos realmente qué persiguen cuando nos proponen medidas que aparentemente hacen compatibles el trabajo y la familia? ¿Qué consecuencias se derivan de su puesta en marcha?

Los debates en torno a esta cuestión son a veces demasiado simplistas, con mucha carga ideológica y excesivamente sesgados hacia la defensa de los derechos laborales de las mujeres. Pero la conciliación no es un problema exclusivo de ellas: es una cuestión de Estado, que debemos resolver entre todos. Y aunque la falta de conciliación es principalmente un problema personal, es también social y por ello debemos hablar de corresponsabilidad de todos los actores implicados: familia –padre, madre, hijos, abuelos…– agentes públicos, empresarios y de la sociedad en general.

Las mejores medidas de conciliación son aquellas que tratan de eliminar los obstáculos legales o económicos que impiden a los más jóvenes formar su familia y trabajar, facilitándoles un equilibrio en el uso del tiempo y respetando los derechos de todos y cada uno de los miembros que la configuran: el de la madre y el padre a tener un trabajo remunerado, el de los hijos a estar con sus padres y el de la pareja a disponer de espacios de comunicación para su estabilidad como pareja, entre otros.

Pero la respuesta más frecuente de los poderes públicos se dirige, fundamentalmente, a proponer actuaciones cuyo objetivo fundamental es lograr la igualdad entre hombres y mujeres. Y es necesario revisar este enfoque, entre otras razones porque esas medidas se materializan casi exclusivamente en horarios escolares más extensos, numerosas actividades extraescolares, campamentos durante las vacaciones y otras intervenciones públicas que permiten a padres y madres dedicar más horas al trabajo remunerado mientras sus hijos son cuidados y educados por terceras personas. Siendo necesarias estas actuaciones, al menos en algunas situaciones, debemos evaluar sus efectos sobre los menores.

Decisiones que marcan

Si toda la actividad de una persona se concentra exclusivamente en el ámbito profesional como algo prioritario, acabará dejando en un segundo plano su proyecto vital, en el cual la pareja y los hijos juegan un papel clave y todos sufrirán las consecuencias. Desde esta perspectiva, las familias deberíamos reflexionar. Entre otras razones porque, como señala Alfred Sonnenfeld, “la realización de la libertad consiste en un conjunto de decisiones que van diseñando la propia vida y en la incorporación de los resultados que producen esas decisiones. Con ello uno se hace mejor o peor de lo que era y desde luego, distinto. Se opta por un determinado camino y se dejan los demás. La vida humana consiste en elegir y toda elección es a la vez exclusión”.

La conciliación no es un problema exclusivo de las mujeres: es una cuestión de Estado, que debemos resolver entre todos

El ejercicio de esas elecciones, cuando se llevan a cabo correctamente, nos van construyendo como personas más integras y completas. Podemos y debemos ser magníficos profesionales, pero nuestro trabajo es sólo una actividad temporal, que con el paso del tiempo irá cambiando y que debemos valorar y vivir como algo necesario y positivo, en la medida en que nos permite ofrecer un servicio a la sociedad y nos proporciona recursos económicos para nuestra familia. Por el contrario, la maternidad, la paternidad y el sentimiento de filiación, no son situaciones coyunturales, siempre lo seremos y además es la esencia de nuestra persona.

Parece pues necesario buscar el equilibrio en el uso del tiempo y tener presente esa máxima que dice que “un hombre desdichado es aquel que, para ser rico, emplea demasiado tiempo en trabajar para hacer dinero y demasiado poco para experimentar el amor con su familia”.

Mª Teresa López López

Cátedra Extraordinaria de Políticas de Familia
Universidad Complutense-Acción Familiar

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