La guerra de Troya sigue forjando héroes

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Troya en el cine, la literatura y la arqueología
La guerra de Troya sigue siendo un filón de héroes y aventuras. La última versión cinematográfica de Wolfgang Petersen aporta un buen espectáculo, con héroes demasiado humanos. Como argumento literario, la Ilíada es todavía fuente de inspiración para novelas históricas contemporáneas. Pero también los datos de la arqueología y de la historia permiten recuperar lo que parecía perdido.

Es difícil, por no decir imposible, abordar la adaptación cinematográfica de un clásico de la literatura universal sin prejuicios. En lo que a Troya se refiere, la discusión está servida antes de haberla visto. Se puede proceder a la criba de los actores y señalar aciertos y errores del director y de la productora con el casting, que no siempre coincide con los gustos y preferencias de cada uno, alimentados durante años por el imaginario personal; se puede comentar también las bondades o maldades de la saturación de efectos digitales para naves, ciudades y ejércitos.

Por otra parte, durante la proyección surgen numerosos reparos a múltiples traiciones al texto de Homero: ¿dónde han quedado los dioses?, ¿dónde el escudo de Áyax?, ¿por qué Briseida ha cambiado su velo de viuda por el de sacerdotisa de Apolo?, ¿por qué Patroclo ha dejado de ser el entrañable amigo de Aquiles y se ha convertido en su idolatrado primo?… y tantas cuestiones más. Son puntos de legítimo debate, pero que se alejan del propósito principal de la crítica: ¿es una buena película?, ¿tiene que ver con la Ilíada? La respuesta a ambas preguntas es afirmativa, aunque se pueden poner numerosos reparos.

Brad Pitt es AquilesGestos personales dentro del espectáculo

La película cuenta la leyenda de la guerra de Troya: el rapto de Helena, reina de Esparta, por Paris, príncipe de Troya, moviliza a todos los griegos contra la soberbia ciudad. El mejor de los griegos es el indómito Aquiles, rey de los mirmidones, ebrio de gloria y honor. Luchará contra el mejor de los troyanos, el príncipe Héctor, dechado de virtudes familiares y castrenses. El enfrentamiento será brutal pero estéril. A pesar de las numerosas víctimas, la victoria se hace esperar. El resultado lo decidirán los dioses y la astucia de Ulises, no el valor o la fuerza de los héroes.

Wolfgang Petersen, realizador alemán (El submarino) que ahora trabaja en Estados Unidos (Air Force One), ha realizado un filme de aventuras más que mediano. Su principal cualidad es el ritmo trepidante que hace que las casi tres horas de metraje se sucedan en un vuelo. A lo que hay que añadir la habilidad con que el guión de David Benioff maneja a los muchos personajes importantes que hay en esta historia y la sabia combinación de historias personales y detalles familiares con el espectáculo. De hecho, lo más interesante de esta epopeya son los gestos personales, mientras que el gran espectáculo es mera comparsa.

En cuanto película de aventuras, Troya no ofrece nada original o particularmente memorable, y sin embargo, el espectador recordará el amor de Héctor por Andrómaca y la despedida de su esposa e hijo cuando se dispone a batirse con Aquiles, o la ruin ambición de Agamenón, o el dolor de Príamo que ve morir a su hijo y otros avatares de los personajes que se encuentran en la Ilíada. En pleno fragor de la batalla, cien mil combatientes (digitales) se detienen para ver enfrentarse a Héctor y Patroclo, e impresiona más el «por hoy basta» de Héctor a Ulises que la rociada de flechas de la víspera.

Sin dioses ni héroes

El guión de Benioff ha elegido centrarse en Aquiles, como hizo Homero. La Ilíada, no hace falta recordarlo, es el canto de la cólera de Aquiles, que termina con el viejo Príamo en el campamento griego pidiendo el cadáver de su hijo. El poema griego cuenta cómo el gran guerrero, enfadado con los suyos, deja de luchar y no retoma las armas hasta que Patroclo muere. Benioff lo respeta, introduce multitud de adornos que no son homéricos, pero que son útiles para esta película.

Sólo se puede discutir, y es discutida, la elección de su héroe. Eric Bana parece que nació para ser Héctor; Sean Bean es un convincente Ulises; Peter O’Toole es un excelente Príamo (a pesar de sus años y de tener el cuerpo algo hinchado) y proporciona la mejor secuencia de toda la historia cuando se arriesga fuera de su ciudad y sorprende a Aquiles en su tienda para pedirle el cuerpo de Héctor y darle un entierro digno. La escena ha recibido el tiempo y atención que requiere, y el esfuerzo es recompensado. Dos actores frente a frente derrotan un ejército de efectos especiales en un inmejorable momento dramático.

Pero Brad Pitt no termina de convencer en el papel de Aquiles. Lo más probable es que se deba a que el tratamiento de Aquiles por parte del guionista no es el acertado, y con esto nos acercamos al mayor problema de esta cinta. La Ilíada está poblada de dioses que Benioff ha suprimido en Troya, y de héroes que son sobrehumanos. El único héroe que recibe atención en esta película es Aquiles y éste ha sido rebajado a la condición de humano. Le falta la grandeza y el monolitismo del original. Brad Pitt encarna a un héroe demasiado moderno, demasiado vulnerable, lleno de dudas sobre sus acciones y que desnuda su cuerpo más que su alma. Los demás héroes han sido igualmente rebajados, en el caso del gran Agamenón a la condición de villano rastrero y ambicioso. Pero, en general, no reciben la suficiente atención de la cámara como para que importen al espectador.

En definitiva, Troya es una buena película de espectáculo y aventura. Sus mejores momentos se deben a Homero, y su debilidad se pone en evidencia cuanto más se aleja de él.

Fernando Gil-Delgado____________________Troya. Director: Wolfgang Petersen. Intérpretes: Brad Pitt (Aquiles), Eric Bana (Príncipe Héctor), Orlando Bloom (Príncipe Paris), Sean Bean (Ulises), Brian Cox (Agamenón). Guión: David Benioff. Fotografía: Roger Pratt. Música: James Horner. Montaje: Peter Honess. 163 min. Jóvenes-adultos.Troya como argumento literario

«La cólera canta, oh diosa, del Pelida Aquiles, maldita, que causó a los aqueos incontables dolores, precipitó al Hades muchas valientes vidas de héroes y a ellos mismos los hizo presa para los perros…». Así comienza la Ilíada, el poema épico más antiguo de la literatura europea y una de las obras cumbres de la literatura universal. Fue compuesto hacia el año 750 antes de Cristo en algún lugar próximo a la costa occidental de Anatolia. Su argumento narra un pequeño episodio de la guerra de Troya, en la que combatieron un conjunto de pueblos griegos contra los troyanos.

El origen de la pelea es el rapto, por parte del troyano Paris, de Helena, la esposa de Menelao, rey de Esparta y hermano de Agamenón, rey de Micenas. Agamenón será el jefe de la expedición que rescate a Helena y acabe con la fama y el poder de Troya. La Ilíada cuenta apenas un mes de esta larga guerra. De hecho, comienza cuando ya se llevan diez años de enfrentamientos, aunque a lo largo de la narración se atisba el próximo final, con la estratagema del caballo que urde el hábil Ulises, protagonista después del otro gran poema homérico, la Odisea.

Modelo literario

El protagonista de la obra es, sin embargo, Aquiles, «el de los pies ligeros», el hijo de la diosa Tetis y del humano Peleo, el lugarteniente más poderoso del ejército de los griegos y el único capaz de enfrentarse a los caprichos de Agamenón. Su enfado por algunas de las decisiones de Agamenón le lleva a desentenderse de la guerra, lo que provoca numerosos muertos y un retroceso en la campaña de los griegos. Aquiles sólo volverá a luchar cuando el troyano Héctor mate a su mejor amigo, Patroclo, y Aquiles sea presa del deseo de venganza. Por el lado de los troyanos destacan las figuras de Paris, Helena, Héctor, «el de tremolante penacho», y Príamo, su anciano padre. Pero estos dos bandos no combaten solos, pues los dioses también intervienen, unos defendiendo a los griegos (Atenea y Hera), otros a los troyanos (Apolo, Afrodita y Ares); Zeus y Poseidón, más calculadores, alternan sus favores a los dos bandos.

Este poema épico se puede leer en ediciones de todo tipo, académicas o populares. De entre las académicas más recientes, recomendamos la de la editorial Gredos, con el texto traducido en prosa, y la de la editorial Cátedra, que aparece en verso, tal y como fue compuesta originalmente. Si al lector le supera el texto clásico, puede recurrir a ediciones populares, entre las que hay una muy acertada, de origen británico, en la colección de «Clásicos adaptados» de la editorial Vicens Vives. El texto que sintetiza la historia de la Ilíada ha sido escrito por Rosemary Sutcliff y cuenta con magníficas ilustraciones en color de Alan Lee y una cuidada traducción de José Luis López Muñoz.

La Ilíada ha sido fuente de innumerables argumentos literarios, que desarrollan las peripecias de los personajes principales y secundarios. Su presencia es muy viva en toda la literatura griega y romana, pues se convierte en uno de los modelos literarios más imitados. Posteriormente se puede rastrear su presencia en la literatura medieval europea (hay huellas, por ejemplo, en los romances hispánicos) y también, de manera intermitente, en relatos, historias y tragedias que reviven estos episodios inmortales, considerados la raíz del clasicismo.

En novelas históricas contemporáneas

Más recientemente, la materia de la guerra de Troya ha sido utilizada como argumento y escenario de un buen número de novelas que se han escrito contando con los avances arqueológicos e históricos. Sobre la guerra de Troya han escrito importantes autores contemporáneos especializados en la novela histórica, como Valerio Manfredi (El talismán de Troya), el novelista Robert Graves (en La hija de Homero y La guerra de Troya), el historiador alemán Gisbert Haefs (Troya). De las diferentes versiones que existen sobre los episodios de Troya destacamos, sin embargo, estas tres novelas más o menos recientes.

Final troyano (1937, A Troyan Ending) es la novela de la escritora norteamericana Laura Riding. Existe una edición en Edhasa del año 1986. La novela de Riding está bien ambientada históricamente. Pero su principal característica consiste en retratar de cerca unos héroes remotos que en su novela se convierten en personajes humanos, especialmente los femeninos. Ese toque psicológico individualiza a los personajes, a pesar de ser muchos los que atraviesan estas páginas. Más que atender al dinamismo de los hechos, Riding prefiere explayarse en los detalles expresivos y estilísticos, a costa de cierta morosidad en el ritmo de la narración.

La canción de Troya (The Song of Troy) fue publicada por la editorial Planeta en el año 2000. La firma la escritora australiana Colleen McCullough, autora, entre otros títulos, de un ciclo novelesco sobre la historia de la antigua Roma. McCullough deja que sean los propios protagonistas de la Ilíada (Aquiles, Agamenón, Ulises, Paris, Héctor, Helena…) los que cuenten en primera persona la historia. Novela muy bien documentada y entretenida. A la autora no le interesan solamente los hechos bélicos sino que se entretiene en la descripción de los caracteres de los personajes.

Más imaginativa en su planteamiento resulta la novela de Hilary Bailey Casandra, princesa de Troya (Cassandra. Princess of Troy), de la que existe una edición en Emecé (ahora Salamandra) de 1996. A la hora de imaginar aquellos hechos, Bailey prefiere centrarse en un personaje secundario, la princesa Casandra, hija del rey de Troya. Casandra posee el don de profecía, pero no podrá hacer nada por evitar la violencia que se desata sobre su reino. La autora quiere ser verosímil al describir las batallas y las actuaciones de los personajes, adaptándose al modelo de la Ilíada. Pero sutilmente introduce algunos mensajes antibelicistas, más propios de una mentalidad contemporánea, pues en la época de Aquiles, como se ve en los poemas de Homero, hay una cierta delectación en narrar los episodios más violentos, que se alternan con contrapuntos líricos.

Estas novelas cumplen los requisitos que el profesor Carlos García Gual reclama para las novelas históricas: «tienen que combinar la verosimilitud con la atención a los datos reales y a la capacidad de penetrar en la atmósfera histórica»; también cuenta la imaginación de los autores, pero los hechos inventados tienen que encajar perfectamente en una trama basada en los sucesos comprobados. García Gual reconoce la influencia que algunas películas basadas en hechos históricos de la antigüedad (La caída del Imperio Romano, Quo vadis?, Espartaco y hasta Gladiator) está teniendo en la evolución de un género que siempre ha sido muy popular. Para García Gual, «el cine ha mejorado la novela histórica». Puede ser una de las claves del auge de la novela histórica que estamos viviendo, aunque no todas las novelas cumplen los requisitos antes mencionados.

Ángel AmadorExistió Troya, pero ¿hubo guerra?

Durante mucho tiempo sólo se sabía de los hititas por la Biblia, y como unos cuantos intelectuales habían decidido que no era un libro histórico, los hititas fueron condenados a la inexistencia. Desde hace ya muchas décadas, los descubrimientos sobre los hititas se han multiplicado; se sabe hasta su lenguaje, se descifran sus documentos. Pues en este ámbito hitita se desarrolló la cultura de Troya en una probable guerra contra la cultura floreciente entonces en Grecia, la micénica, en el siglo XIII a.C.

La Ilíada, del siglo VIII a.C., de Homero, no tiene rival en ninguna de las literaturas antiguas, ni en Egipto, ni en la India, ni en China. No sólo es muy temprana, sino que es perfecta, nada primitiva.

Toda persona medianamente culta debería conocer el libro de Joachim Latacz Troya y Homero (1), porque es la respuesta completa y documentada a cuestiones como esta: sí, la ciudad excavada primero por Schliemann, después por otros muchos y actualmente, con descubrimientos sensacionales, por Manfred Korfmann, se llamaba Troya. Los que aparecen en Homero como atacantes -aqueos, dánaos y argivos- eran los nombres de algunos habitantes de Grecia en el siglo XIII y hay pruebas concluyentes sobre esto.

La métrica de la Ilíada, el hexámetro, era una realidad en la época micénica y fue transmitida por los rapsodas a través de los llamados «siglos oscuros», junto con los temas: la historia de Edipo, la de Agamenón, la de Ulises, todo junto a las bases de la mitología religiosa alrededor de Zeus. Lo único que todavía se ignora es si ocurrió una concreta guerra de Troya y por los motivos y de la forma en que la cuenta Homero o si es una invención del mismo Homero, sobre relatos anteriores.

Troya y Homero se lee como el desvelamiento de unos enigmas y asombra al descubrirse cómo lo que parecía perdido para siempre se asoma de nuevo a la actualidad.

Rafael Gómez Pérez____________________(1) Joachim Latacz. Troya y Homero. Destino. Barcelona (2003). 427 págs. 20,90 €. T.o.: Troia und Homer. Traducción: Eduardo Gil Bera.

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