Millones se movilizan en Italia en defensa del matrimonio

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Como una manifestación en contra de la ley Cirinnà –el proyecto de ley que de facto equipara las uniones homosexuales al matrimonio, si el parlamento no lo cambia radicalmente– no fue suficiente, el sábado pasado las familias italiana volvieron a la carga. Y si en junio de 2015 eran un millón en la plaza de San Juan de Letrán de Roma, esta vez los organizadores han calculado que en Circo Máximo –también de Roma– estaban el doble, dos millones de asistentes venidos de toda Italia para pedir la retirada de la ley o, por lo menos, un cambio radical.

Esta semana, el Senado discute el proyecto de ley Cirinnà, del nombre de la senadora del Partido Democrático (PD, el del primer ministro Matteo Renzi) que lo ha redactado. Titulado “Disciplina de las parejas de hecho y las uniones civiles”, reglamenta las uniones civiles de las personas que conviven y de las parejas homosexuales, introduciendo estas uniones en el Código Civil. También extiende a las uniones civiles la posibilidad de que un miembro de la pareja adopte un hijo del otro. Se reconocen los derechos de asistencia sanitaria; en caso de fallecimiento, la pensión del compañero o compañera; poder seguir viviendo en la casa de alquiler, así como la unión o separación de bienes, y otros derechos previstos para las parejas casadas.

El punto más controvertido del proyecto es que permite a un miembro de la pareja adoptar un hijo del otro

Los organizadores del Family Day –nombre que han dado a la manifestación en favor de la familia y en contra de la ley– no rechazan la regulación de las uniones, pero se oponen a que se las equipare al matrimonio. “Estoy de acuerdo en reconocer los derechos civiles correspondientes a la persona en una convivencia sobre base afectiva y sentimental entre individuos del mismo sexo”, dice Massimo Gandolfini, portavoz de la organización. “Pero no deben tener nada que ver con la familia como la recoge el artículo 29 de nuestra Constitución. La convivencia entre dos personas del mismo sexo forma parte del artículo 2, donde se habla de las formaciones sociales”.

Aunque en teoría la ley Cirinnà habla de “formación social específica”, luego la transforma en un matrimonio. “Se dan a las uniones civiles –dice Gandolfini– todas las características del matrimonio, hasta el punto de que se hace referencia a los artículos del Código Civil que regulan las bodas. Es un matrimonio disfrazado. Tienen incluso el derecho de adopción”.

Según Galdolfini, que es neurocirujano, está casado y tiene siete hijos adoptivos, las adopciones tienen que limitarse a las parejas heterosexuales. “Los hijos adoptados, que ya tienen la gran herida del abandono por parte de los padres biológicos, en la adopción tienen que tener garantizado su derecho a un padre y una madre. Pero si entran en una situación de homoparentalidad, les faltará un progenitor. Son huérfanos programados, y esto es añadir daño al daño”.

Hijos “fabricados”

El punctum dolens del proyecto de ley está sobre todo en la adopción del hijo de uno de los componentes de la pareja por el otro. Eso ya está previsto en la ley 184, pero, como explica el cardenal Ruini, que fue presidente de la Conferencia Episcopal Italiana durante 16 años, “la ley 184 habla de adopciones realizadas por los cónyuges, es decir, dos personas de distinto sexo: tanto es así, que el proyecto de ley Cirinnà propone incluir en el texto de la ley 184, después de la palabra cónyuge, las palabras ‘o de una parte de la unión civil entre personas del mismo sexo’. Es esto lo que no puede ser. Además, hay una concepción errónea de este tipo de adopciones: muchos piensan que significa que un miembro de la pareja puede adoptar al niño que el otro tuvo antes, cuando era heterosexual, pero no es así: ese hijo no puede ser adoptado, porque ya tiene un padre y una madre; la adopción en este caso se refiere a los niños que se obtienen con el útero de alquiler, si ambas partes son hombres, o con la fecundación heteróloga, si son mujeres. Así que esos niños son ‘fabricados’ a propósito”.

Los organizadores de la protesta no rechazan la regulación de las uniones de hecho, pero se oponen a que se las equipare al matrimonio

Para el cardenal Ruini, que durante muchos años fue la mano derecha de san Juan Pablo II para los temas italianos, se puede hacer una ley de uniones civiles, pero sin confundirla con el matrimonio. “Una ley de este tipo se puede hacer, en el Parlamento ya existen proyectos de ley sobre la materia. Para evitar el riesgo de equiparación al matrimonio se debe atribuir los derechos a las personas que conforman la pareja, y no a la pareja como tal. Concretamente, casi todos estos derechos ya han sido reconocidos por sentencias de la magistratura. El asunto es que toda la presión se centra no en los derechos de las parejas que pueden tener hijos, sino en las de las parejas homosexuales. Es una actitud muy lejana de las exigencias reales de un país abrumado por una tremenda crisis de nacimientos”.

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