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Alianza de civilizaciones y religión en la escuela

publicado
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Contrapunto
No hay mejor caldo de cultivo para el conflicto que la ignorancia mutua

La crisis internacional desatada por la publicación de las caricaturas de Mahoma ha revelado que no hay mejor caldo de cultivo para el conflicto que la ignorancia mutua: ignorancia europea de la sensibilidad religiosa islámica, e ignorancia musulmana de la sensibilidad democrática en Europa.

Dinamarca, y por extensión la Unión Europea, se ha encontrado pisando un terreno minado en el que entró inconscientemente. El diario danés «Jyllands Posten», publicación de centro-derecha respetada, nunca sospechó que su falta de respeto a Mahoma pudiera desencadenar unas protestas que pondrían a los daneses en el punto de mira del mundo musulmán. Por eso al principio ni siquiera se dignó contestar a las críticas de la comunidad islámica de Dinamarca. El primer ministro danés, Anders Fogh Rasmussen, tampoco quiso recibir a los 11 embajadores de países musulmanes acreditados en Copenhague, y se limitó a enviarles una carta en la que manifestaba que «como primer ministro no tengo ni quiero tener poderes para controlar la prensa». Indudable. Pero como político no advirtió que con su falta de tacto estaba dejando que siguiera encendida una mecha que acabaría explotando en sus embajadas, contra sus conciudadanos y contra sus exportaciones.

Cuatro meses después, las protestas de la comunidad islámica se habían extendido desde las monarquías del Golfo a las aldeas de Cachemira, con el impulso de movimientos fundamentalistas, tan contentos de aprovechar esta nueva ofensa de los «cruzados» de Occidente. La reacción unánime del mundo islámico, que no se había producido ni en la guerra de Irak, ni en la cuestión palestina, ni en la intervención en Afganistán, se ha logrado con lo que ha sido visto como un ataque a su religión.

Las reacciones perplejas de algunos sectores europeos muestran su desconocimiento del islam. Encastillados en su idea de que la religión es un asunto meramente privado sin relevancia pública, no aciertan a comprender que los motivos religiosos desencadenen una crisis política. Y como el respeto a las creencias religiosas no está amparado últimamente por lo políticamente correcto, se asombran de que unas caricaturas de Mahoma puedan herir la sensibilidad islámica. Se limitan a responder que la libertad de expresión es un valor inapreciable en la democracia, pero es difícil explicar por qué algo tan valioso se utiliza para algo tan vulgar e irresponsable como estas caricaturas.

Hashim Cabrera, responsable de cultura de la Junta Islámica en España, resumía así la crisis: «Ignorancia mutua e instrumentalización política (…) No se puede poner la figura del profeta y relacionarla con el terrorismo. Si nos conociéramos todos, no pasarían estas cosas». Para salir de la ignorancia, la prensa ha dado en estos días un curso acelerado de cultura islámica: por qué el islam excluye la representación de Dios y de Mahoma, si esto es un precepto o una costumbre, si hay interpretaciones distintas en el wahabismo saudí y en el chiísmo… Hasta los periódicos más «laicos» han considerado su deber instruir a sus lectores sobre estos aspectos religiosos, indispensables para comprender la crisis.

Lo misterioso es por qué estos mismos periódicos defienden en sus páginas de educación que en la escuela hay que excluir la enseñanza del hecho religioso. Algunos parecen pensar que la marginación de la religión favorece la tolerancia; pero si algo pone de relieve esta crisis es que la ignorancia de elementales hechos religiosos solo puede llevar al enfrentamiento, a veces ni tan siquiera premeditado. Paradójicamente, el primer «choque de civilizaciones» no ha surgido de un enfrentamiento religioso, sino de la ligereza de un medio de prensa de la Europa postcristiana.

A los musulmanes que gritan contra Occidente, también se les podría pedir que entendieran que un gobierno europeo no es responsable de lo que publican los periódicos; que los «cruzados» ya solo existen en la novela histórica; y que un país como Dinamarca no es ningún representante del cristianismo aunque tenga una cruz en su bandera. Y que, en cualquier caso, dañan menos a la imagen del islam esas caricaturas que las fotografías de multitudes incendiando embajadas.

Sería bueno que la enseñanza religiosa en los países islámicos no se limitase a aprender el Corán, sino que se abriera también al conocimiento actualizado de otras religiones.

En definitiva, la alianza de civilizaciones que algunos propugnan debería empezar por la enseñanza de la religión en la escuela.

Ignacio Aréchaga

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