Polly McClusky (Ana Sophia Heger), es arrastrada a una huida desesperada junto a su padre (Taron Egerton), recién salido de prisión después de que una violenta banda criminal los ponga en su punto de mira.
Adaptada de la novela homónima de Jordan Harper, la película ofrece una historia de iniciación y de relación paterno-filial en un mundo marcado por la brutalidad al estilo de clásicos contemporáneos como Un mundo perfecto, Camino a la perdición o León, el profesional
Aunque La educación de Polly McClusky busca ser un drama familiar de redención antes que un thriller trepidante, lo cierto es que la apuesta por la acción es de lo más valioso de la película, que combina la tensión de una narración criminal con la estética de un western contemporáneo, matizado por la ternura de la vulnerabilidad, aunque a veces con un exceso de ambigüedad moral.
Este sólido entretenimiento en ocasiones pierde pie cuando intenta hacer explícita su ambición de profundidad, y a veces llega a brillar cuando permite que la magia entre el delincuente y su hija ocurra de manera natural.
El mérito de que la película no se quede solo en un filme correcto es de la joven Ana Sophia Heger, que a sus 12 años sostiene toda la cinta como la pareja de baile perfecta de Taron Egerton. En su segunda película, esta actriz adolescente hace malabares para mantener el complejo equilibrio entre la inocencia de una niña y la huella que la brutalidad va dejando en ella, rematando la jugada con una escena final memorable.