Song to song

GÉNEROS, ,

PÚBLICOAdultos

CLASIFICACIÓNSexo

ESTRENO25/09/2020

Song to song es, en cierto modo, una película espejo de la recientemente estrenada en España Knight of Cups. Como señala acertadamente Alberto Fijo, es la segunda vez que Terrence Malick “dialoga con Sodoma”, y si antes fue con el cine como escenario, ahora toma como excusa la industria de la música con sus canciones, sus conciertos, sus luchas de egos y sus excesos.

En medio de este mundo caótico, se mueven los tres protagonistas: Faye, una joven dispuesta a acumular experiencias sin atarse a nada; su joven enamorado, BV, y Cook, un apuesto productor musical adicto al sexo. La relación de este triángulo romántico-sexual funciona como un mínimo hilo conductor de la reflexión de Malick sobre la incapacidad del ser humano de colmarse con lo material y físico, y su necesidad de trascendencia.

Es difícil resistirse a la belleza del cine del veterano texano. Una belleza que se refleja desde sus naturalezas paradisiacas hasta sus arquitecturas sorprendentes (esos jardines infinitos o esas también infinitas cocinas pintadas de azul), sus elegantes vestuarios, sus atractivos y famosos actores, sus planos imposibles y su impresionante banda sonora que, en 102 temas, recorre todo tipo de géneros y autores.

Y es difícil también no entrar, si se es un espectador reflexivo, a los dilemas existenciales que plantean las míticas voces en off de Malick. Voces que taladran al cuestionar actitudes –“juegan con el sexo, lo hacen barato”– y voces que responden con la misma contundencia –“jugué con la llama de la vida”–. El valor del cine de Malick no es que plantee preguntas de fondo –eso lo hacen algunos–, sino que responde. La redención, muy dolorosa en este caso, como no podía ser de otra manera, es posible.

Sin embargo, a pesar de que conecto con la fascinante propuesta de Malick, no termina de convencerme en este díptico, como lo llama Carlos Reviriego. Y no me convence porque subraya excesivamente su discurso, idéntico en las dos películas y apoyado más en arquetipos que en personajes reales. No me convence, porque en su afán por hipnotizar fragmenta los tiempos con una edición caprichosa que no obedece a ninguna razón narrativa, y no me convence porque me incomoda su constante recurso a un erotismo cada vez más bizarro, sexista y depravado. Un erotismo omnipresente que parece que pretende convertir al espectador en voyeur.

La buena noticia es que, después de Knight of Cups y Song to song, Malick declaró que no volvería a rodar sin guion, que es lo que ha hecho en estos dos títulos. El resultado ya lo vimos, porque se ha estrenado mucho antes. Es Vida oculta. Palabras mayores.

Ana Sánchez de la Nieta
@AnaSanchezNieta

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