Esa cosa llamada amor

TÍTULO ORIGINAL The Thing Called Love

DIRECCIÓN

GÉNEROS

Director: Peter Bogdanovich. Intérpretes: River Phoenix, Samantha Mathis, Dermot Mulroney.

Esta película es la última que rodó el joven actor River Phoenix antes de morir por sobredosis de drogas. Morbo aparte, el veterano e irregular Peter Bogdanovich (The Last Picture Show, ¿Qué me pasa, doctor?, Nickelodeon, Mask) ha conseguido con ella uno de sus mejores trabajos.

Su argumento es muy sugestivo. Describe las andanzas de Miranda (Samantha Mathis), una joven cantautora sin familia, que se traslada a Nashville con la esperanza de triunfar en el mundo de la música country. No lo tendrá fácil: otros 10.000 jóvenes deambulan por la ciudad en busca del mismo sueño. Dos de ellos se disputarán el amor de Amanda. Por un lado está James (River Phoenix), un brillante compositor, egocéntrico y aparentemente muy seguro de sí, pero con profundos traumas. Su oponente es Kyle (Dermot Mulroney), un guitarrista con menos talento que James, pero mucho más sencillo y simpático. El grupo de amigos se completa con Linda (Sandra Bullock), una chica encantadora con el don de saber alegrar la vida a los demás. Los incansables esfuerzos de estos jóvenes por triunfar, madurar y recorrer el abrupto camino del amor delimitan la trama.

Carol Heikkinen ha convertido en guión esta historia con gran estilo, planteando cada situación como si se tratara de la estrofa de una canción country. De este modo, ofrece bastantes diálogos muy brillantes y una magnífica definición de personajes y situaciones.

Por su parte, Bogdanovich traduce en imágenes este buen material a través de una cuidadosa puesta en escena, llena de matices y guiños, que consigue implicar plenamente al espectador en el ambiente magnético que domina la ciudad de Nashville. Su cámara penetra con sorprendente fluidez en los entresijos de la ciudad y de sus jóvenes inquilinos, todos ellos caracterizados con enorme naturalidad. Bogdanovich mima cada encuadre, cada secuencia, cada encadenado, exprimiendo al máximo los muchos aciertos del guión y las grandes posibilidades visuales de los escenarios donde rueda.

Tiene una importancia decisiva la preciosa banda sonora, que incluye 50 canciones country de gran calidad musical y con unas letras de intenso contenido dramático, que apoyan en todo momento la evolución de la trama. Destacan, sobre todo, los temas Big Bar Hair y Until Now, interpretados por Samantha Mathis y River Phoenix, respectivamente, que demuestran sus notables cualidades como cantantes y como guitarristas.

El tono es algo amoral, sobre todo al describir las relaciones sentimentales de los personajes. Pero esto no implica insistentes diálogos obscenos ni un recurso burdo al sexo explícito. Quizá porque Bogdanovich ha hecho propia una idea expresada en la película por Linda: «El amor sólo tiene un camino, y el sexo a veces no es más que un obstáculo». Así, aunque hay algunos detalles sensuales, están matizados por el decidido romanticismo de la historia. De este modo, resulta interesante el retrato que hace la película -a veces triste, a veces exultante y siempre muy humano- de cierta juventud norteamericana. En él se muestra con claridad su desorientación interior, su superficialidad, sus dificultades para aprender a sufrir, pero también su buen fondo y su visión del amor, la amistad, la creación artística y la honestidad. Al final, la película parece una larga, intensa y bella canción country, pero en imágenes.

Jerónimo José Martín

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