Gigante

TÍTULO ORIGINAL Gigante

PRODUCCIÓN Alemania - 2009

DURACIÓN 85 min.

DIRECCIÓN

GÉNEROS,

PÚBLICOJóvenes

ESTRENO01/01/2009

En 2004, la película Whisky ganó una veintena de premios por todo el mundo, incluido el Goya a la mejor película extranjera de habla hispana. En ella, los uruguayos Juan Pablo Rebella y Pablo Stoll desarrollaron un sugerente estilo minimalista y sustancial, en cuyas imágenes aleteaban las estólidas interpretaciones de cómicos clásicos, como Buster Keaton y Jacques Tati, y el toque naïf del cineasta finlandés Aki Kaurismäki (Nubes pasajeras).

Eese mismo estilo se aprecia en Gigante, una coproducción de Uruguay, Alemania, Argentina y Holanda escrita y dirigida por el bonaerense Adrián Biniez, que debuta en el largometraje. Hasta el momento, la película ha ganado el Oso de Plata-Gran Premio del Jurado, el de mejor opera prima y el Alfred Bauer en el Festival de Berlín 2009, así como el Premio Horizontes Latinos en el Festival de San Sebastián.

El gigante del título es Jara, un solitario y lacónico grandullón, que trabaja como vigilante en un supermercado de Montevideo, y completa sus ingresos como portero de discoteca. Su horizonte vital es muy limitado, y se conforma con escuchar música heavy o ver la televisión en soledad, y con practicar videojuegos con su sobrino. Hasta que un día, a través de las cámaras de seguridad del supermercado, se enamora de Julia, una joven y menuda limpiadora, algo torpe y tan callada como Jara. Entonces, éste rompe sus numerosas rutinas y comienza a seguirla por Montevideo, sin delatarse ni darle a conocer sus sentimientos, convirtiéndose así en una especie de ángel de la guarda de la chica. Los líos no tardarán en llegar.

Pesa un poco la falta de medios de la película, concretada en una fotografía de grano muy gordo y en un montaje mejorable, seguramente condicionado por la escasez de material rodado. También chirría puntualmente la interpretación de Horacio Camandule, que desvela a veces su escasa experiencia. Sin embargo, el inmenso actor suple esas carencias técnicas con un carisma tan grande como su cuerpo, que refleja muy bien el carácter entrañable y tierno de su personaje, y se gana al espectador desde el minuto uno. Por su parte, Leonor Svarcas realiza una interpretación muy física, casi sin diálogos, reforzando así el carácter etéreo, frágil e idealizado de Julia, su personaje. A esta solidez interpretativa y de fondo, responde Adrián Biniez con una puesta en escena muy directa y de esmerada planificación, que mantiene la intriga sobre el desenlace de ese romance secreto sin renunciar a una ponderada crítica social, sin recurrir nunca al mal gusto y sin derivar hacia el artificioso fatalismo de otras producciones hispanoamericanas similares.

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