Somewhere arranca con una larguísima escena: una carretera desierta y el sonido del motor de un coche circulando a toda velocidad. En los siguientes 15 minutos, un número de patinaje sobre hielo y dos bailes de dos recatadas conejitas en la habitación del hotel de un actor de cine. Conclusión: al actor le gustan las mujeres, ama la velocidad, tiene una hija que patina y, sobre todo, se aburre. La decisión de encadenar tediosos planos de larga duración sin apenas sentido narrativo es difícil de justificar, parece un capricho.

A pesar del León de Oro en Venecia –a la mejor dirección–, Somewhere decepciona. La realizadora deslumbró al público con la sobrevalorada pero interesante Lost in Translation y había rodado con brío una curiosa versión de María Antonieta. Somewhere se esperaba con ganas, quizás porque presagiaba un relato en buena medida autobiográfico sobre las vivencias de la niña Sofía con su famoso padre cineasta. Hay algo de eso, pero poco. Hay, sí, una ligera reflexión –más bien descripción– sobre la frivolidad que rodea al cine, pero ni el argumento es nuevo ni la forma original. La historia no conmueve, los personajes son meros arquetipos, apenas hay evolución dramática, la película termina donde empieza. ¿Final abierto? Quizás. O quizás Coppola no sabe cómo acabar…

Somewhere es poco más que un conjunto de postales muy bien fotografiadas. Eso… y Elle Fanning (Super 8). La jovencísima actriz ilumina el vacío de la vida del actor de cine y, de paso, mitiga el tedio que provoca la película.

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