Gomorra

TÍTULO ORIGINAL Gomorra - La serie

PRODUCCIÓN Italia - 2014

DURACIÓN 50 min.

CREADORES

DIRECCIÓN

PRODUCTORAS, , ,

GÉNEROS,

PÚBLICOAdultos

CLASIFICACIÓNLenguaje soez, Violencia, Sexo

ESTRENO06/05/2014

Ciro: ¿Estamos persiguiendo a Conte o nos persigue él a nosotros?
Attilio: No importa. Nos encontraremos.
(Episodio 1)

La grandeza cinematográfica de El Padrino contribuye a que la mafia aún mantenga un halo legendario en el imaginario colectivo. Dones con traje y borsalino, acentos arrastrados con orégano, códigos medievales y la famiglia, siempre la famiglia. Sería muy injusto decir que la obra magna de Coppola apostaba por una apología de la violencia, pero tampoco se puede negar su influencia en el glamour asociado a una panda de asesinos.

Como pasa con tantos terrorismos –vistos durante décadas, desde la cómoda profilaxis de la distancia, como fenómenos románticos de resistencia–, la mafia ha necesitado de un proceso de desmitificación que pasara, primordialmente, por someterla a un baño de realidad. Porque más allá de improbables lágrimas en la ópera, lo lógico es que el mafioso sea un hortera, que sus negocios apesten y las víctimas tengan mujer e hijos.

Además de los relatos periodísticos pegados al terreno y la labor implacable de la justicia, quien más ha hecho por combatir a la mafia en las últimas décadas ha sido Roberto Saviano, el reportero napolitano que vive con escolta permanente desde que reventara las librerías con un trabajo que documentaba la forma de funcionar de la Camorra. De aquel best-seller nació un film valiente, crudo y feo, un exitazo del cine europeo que en 2008 “arrancaba hasta la última pretensión de romanticismo de la saga El Padrino”, en palabras de Stephen Schaeffer, el crítico de The Boston Herald.

En pie de guerra subterránea
Ahora ha cogido el testigo la televisión italiana. No es casualidad. En el último quinquenio muchos países europeos (Gran Bretaña siempre ha ido por libre y ha jugado la Champions, aupada sobre la tradición BBC) están demostrando que otra ficción televisiva es posible. Desde la universalización del siempre excelente “nordic noir” (Forbrydelsen, Bron/Broen, Borgen), hasta la inquietante Les Revenants o la poderosa Engrenages en Francia, pasando por Los hijos del tercer Reich en Alemania, las distintas televisiones europeas están apostando también por productos de alta calidad, ambición cinematográfica y, sobre todo, una narrativa expandida, ajena a la argolla del episodio autoconclusivo. Eso hace Gomorra: relata una historia unitaria, compacta, aunque esté dividida en doce capítulos.

La ambigüedad moral adquiere categoría de norma en “Gomorra”, nunca de excepción

Y lo hace siguiendo el patrón Saviano: un tono realista, áspero, donde la violencia fermenta en entornos oscuros, barrios bajos y lumpen. Sin decorados ni asomo del Nápoles turístico. El paisaje de la serie de televisión –de una violencia feroz, apta solo para estómagos fuertes– es el mismo que el de la película: una ciudad en pie de guerra subterránea, donde el ajuste de cuentas entre el clan de los Savastano y el de los Conte –con el tráfico de cocaína como excusa– va sumando bajas con fría eficiencia bélica. Por ahí precisamente emerge el conflicto que da inicio dramático al relato: Ciro, un joven lugarteniente del clan de los Savastano, ve cómo su lealtad se tambalea cuando muere su compañero Attilio, otro soldado leal al jefe de los Savastano. Como evidencia el diálogo que abre esta reseña, la guerra se ha convertido en un fin en sí mismo, en un modo de vida. Por ahí emergen las grietas, las dudas, el drama. Porque, al final del día, todo ser humano se pregunta alguna vez “¿por qué?”.

Mafia y familia
Y también asoma el drama por los resquicios domésticos. Resulta interesante indagar en el retrato que Gomorra dibuja con respecto al núcleo familiar. En un relato donde la corrupción, la violencia y la traición suponen el pan de cada día, en un mundo donde la familia profesional puede tener tanta fuerza como la familia de sangre, Gomorradeja ver la humanidad de los personajes en su entorno más íntimo; así, Attilio es un padre comprensivo y un buen esposo, Pietro Savastano moriría por su hijo, Imma hará lo imposible por mantener el legado, Conte respeta a su madre con fervor cristiano… Es más, por ahí nacen los posibles rastros de empatía –necesarios para el “enganche” con cualquier ficción– hacia estos personajes que resultan despreciables en tantas de sus acciones.

El paisaje de la serie es una ciudad en pie de guerra subterránea, donde el ajuste de cuentas entre dos clanes mafiosos va sumando bajas con fría eficiencia bélica

Explorar esa dimensión doméstica es algo que permite la narrativa expandida de una serie de televisión. Una de las grandes diferencias del relato serial frente al cinematográfico es la capacidad de la televisión para explorar tiempos muertos, enriquecer ámbitos familiares o hacer estallar el drama por acumulación. En Gomorra, por ejemplo, la estancia en prisión de uno de los protagonistas sirve tanto para atisbar el alcance de la corrupción institucional como para comprobar cómo un mafioso es capaz de cuidar a los suyos –y la prisión está llena de sus correligionarios– de forma casi paternal. Algo similar ocurrirá con las dudas de Ciro o la (in)capacidad de Genny para ascender en la cadena alimenticia del mundo del crimen. La ambigüedad moral adquiere categoría de norma en Gomorra, nunca de excepción.

Esta no es la primera pica que la televisión italiana pone en el Flandes del mercado internacional (Boris, La mejor juventud, Comisario Montalbano, Don Matteo), pero sí forma parte de una estrategia exitosa de un canal de pago italiano: las dos temporadas de Romanzo Criminale (2008-10), también producidas por la filial italiana de la cadena Sky, se ganaron el aplauso de la crítica y el fervor del público culto. Con el director Stefano Sollima como cordón umbilical entre Romanzo Criminale y Gomorra, el éxito de la batalla entre los Savastano y los Conte demuestra una vez más que la competencia genera un círculo virtuoso: el influjo de las series americanas ha provocado una reacción en la Europa continental, donde propuestas como Gomorra se atreven a mirar de tú a tú a los colosos del otro lado del Atlántico.

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