Nunca es demasiado tarde

TÍTULO ORIGINAL Still Life

PRODUCCIÓN Italia - 2013

DURACIÓN 92 min.

DIRECCIÓN

GÉNEROS

PÚBLICOJóvenes

ESTRENO28/11/2013


Una versión de esta reseña se publicó en el servicio impreso 80/14

Hay películas que se escapan de la corriente, que se salen del código no escrito de la industria del cine, bien sea comercial, bien independiente. Esta es una de ellas. Tan encantadora, tan deliciosamente ingenua, que le perdonamos su título en español, que parece el de una película de James Bond.

Still Life (“Naturaleza muerta”) es una película hermosa protagonizada por John May, un funcionario municipal londinense que se ocupa desde hace muchos años de buscar a parientes de los que mueren sin tener familiares conocidos, para animarles a participar en el duelo y en el sepelio.

Eddie Marsan da vida al funcionario, que lleva de alguna manera el sello del protagonista del inolvidable cuento de Melville, Bartleby, el escribiente.

Metódico, pulcro, cumplidor, incansable, delicado, John May no florece, pero sigue creyendo en la primavera, en que llegará para otros e incluso para él. La metáfora que emplea la película para hablar de temas que importan en nuestras sociedades del primer mundo es muy poderosa pero nada enfática.

Pasolini, italiano afincado en Inglaterra, tiene mucha experiencia de producción pero poca de dirección. En su segunda película ha escrito una buena historia y la cuenta con aplomo y acierto, con delicadeza y ternura, sin afectación. Tiene mucho mérito por abordar temas muy tristes sin abandonarse al pesimismo estéril, dejando entreabierta la puerta de la esperanza, tratando con simpatía y amenidad la belleza de la compasión, todo con un tono muy británico.

La fotografía es exquisita, buenos los actores, delicada y oportuna la música de una gran compositora, Rachel Portman, esposa del director.

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