Las previsiones demográficas para los próximos decenios anuncian un rápido envejecimiento de la población europea. Al aumentar el número y la proporción de personas mayores, especialmente las que pasen de 80 años, serán también más las que se encuentren en situación de dependencia. Europa tiene que estudiar cómo financiará los cuidados de larga duración (CLD) que se necesitarán y cómo encontrará suficientes profesionales para prestarlos.
La media de edad de la población en Europa es de 43 años, muy por encima del promedio mundial, que es 31 años. Los mayores de 85 años, que hoy no llegan al 3%, serán el 6% en 2050. El envejecimiento es más rápido en el sur y en el este del continente. Así, en Italia la media de edad es de 49 años.
Se avecina, por tanto, un fuerte aumento de personas necesitadas de CLD, si bien –como señala el último informe trienal de la Comisión Europea sobre el envejecimiento– la dependencia está causada por enfermedad, accidente o fragilidad, no por la vejez en sí. Pero, como fácilmente se puede suponer, es más frecuente entre los mayores. Por ejemplo, en Alemania, de las personas que reciben CLD, el 79% tienen más de 65 años.
El mismo informe recoge las tasas de dependencia de los países de la UE (más Noruega) por tramos de edad. Es baja hasta los 70 años, y en ese momento comienza a subir de manera pronunciada. De 70 a 74 años es el 13%, y en los mayores de 80 supera el 25%.
La mencionada observación del informe –que la edad por sí sola no causa la dependencia– no niega esos datos. Pero recuerda que hay margen para que la vejez sea mejor, de suerte que la dependencia sea menos frecuente y aparezca más tarde.
La mayor parte de los cuidados de larga duración se prestan a domicilio
Aun si así fuere, los mayores sumarán un número absoluto tan elevado, que inevitablemente aumentará la demanda de CLD. En el conjunto de la UE, las personas con más de 50 años necesitadas de CLD serán, previsiblemente, 27,1 millones en 2050, un 37% más que en 2020. En España se espera que hacia 2060, de los mayores de 65 años, el 27% tengan más de 85, la edad a partir de la cual la tasa de dependencia registra el máximo.
Cuidados a domicilio
Los países europeos intentan cubrir las necesidades de CLD con dos tipos de prestaciones: servicios directos, que pueden ser domiciliarios o en residencias, y ayudas económicas para pagar residencias o cuidadores contratados, o para compensar a familiares que cuidan de modo informal. El informe de la Comisión señala que las prestaciones más comunes son las domiciliarias. Solo en unos pocos países –Estonia, Bulgaria y Lituania– hay más personas atendidas en residencias que en casa.
El grado de cobertura de esos servicios –domiciliarios o en residencias–, medido en porcentaje de la población dependiente que los recibe, es del 38% en el conjunto de la UE. Hay grandes diferencias en la cobertura, desde el 5% de Croacia a más del 100% en los Países Bajos y Malta (lo que se explica porque proporcionan cuidados a domicilio a personas con necesidades menos severas que no entran en la definición común de dependencia). España está un poco por encima de la media.
En cuanto a las prestaciones dinerarias, la cobertura va de cero en Dinamarca y Grecia, y apenas el 2% en Portugal, al máximo del 85% en Suecia, seguida de Finlandia, con casi el 70%. La media es del 35%.
No se puede decir sin más que uno y otro tipo de ayudas sean alternativas. Ciertamente, Austria y Alemania dan clara preferencia a las prestaciones económicas, mientras Malta y Países Bajos, además de Dinamarca y Grecia, han hecho la opción contraria. Pero también hay países con alta cobertura en los dos capítulos –como Suecia e Italia– y otros con baja cobertura en ambos –como Portugal, Polonia y Estonia–. Los mayores contrastes en cobertura se deben al fuerte o débil desarrollo de los sistemas de dependencia nacionales. Los países que ahora menos financian los CLD no se librarán del envejecimiento demográfico, y el informe prevé que experimentarán los incrementos de gasto más acusados en los próximos decenios.
Gasto público en ascenso
La factura de los CLD es el tema en el que más se extiende el informe. Entre 2014 y 2021, el gasto público en tales prestaciones aumentó ligeramente: del 1,2% al 1,4% del PIB en la UE; el gasto privado se mantuvo estable. Dicho esto, el informe se limita al gasto público para hacer sus previsiones.
En ellas parte de un escenario base, compuesto de las proyecciones demográficas, las tasas de dependencia y los costes medios por tramos de edad, a lo que añade una hipótesis prudente: que la mitad de los años adicionales de vida que tendrán los europeos por el aumento de la longevidad serán disfrutados sin caer en la dependencia. Sobre esa base, los autores estiman cómo variaría el gasto si la hipótesis no se cumple o intervienen otros factores.
En el escenario base, el gasto público en CLD sube del 1,7% del PIB en 2025 al 1,9% en 2030 y al 2,6% en 2070, o sea, un 48% más que ahora. Los factores que más harían que aumentase son demográficos: primero, un descenso de la fecundidad, y segundo, un aumento de la esperanza de vida. El gasto bajaría, pero en menor media, si llegasen más inmigrantes. Y como la financiación sufre menoscabo con la disminución de la población activa (hasta el 20% en los próximos 25 años en Grecia, Letonia y Lituania), también sería un cierto alivio que la gente retrasara la jubilación.
Inmigrantes que vienen a cuidar
El componente principal del gasto en CLD son los costes laborales, y en esto poco puede ayudar la inteligencia artificial. Es común que los cuidadores no estén bien pagados, vayan sobrecargados de trabajo, tengan contratos temporales y, por tanto, experimenten una elevada rotación; dificultades que sufren mayor medida si son extranjeros.
Los CLD son un sector de actividad en expansión. En España, según un estudio de Fedea, en 2024 empleaba a unos 700.000 trabajadores, un 12% más que el año anterior. La gran mayoría (81%) son mujeres. La proporción de extranjeros es casi el 20%, el doble que en 2008.
Los países nórdicos facilitan ayuda doméstica y acompañamiento a los mayores para que puedan vivir en casa el mayor tiempo posible
Los cuidadores en España representan el 3,2% del empleo total, muy por debajo del 7% de Suecia y mucho más que en Rumanía, Chipre o Grecia, donde no llegan al 1%. En cualquier caso, no alcanzan para satisfacer las necesidades de CLD. Algunos países, señala el informe de la Comisión Europea, han intentado atraer inmigrantes para ocuparse de esos trabajos. Pero –añade– aunque alivien la escasez de personal a corto plazo, no está claro que sean la solución a largo plazo, si no mejoran las condiciones laborales. Así ocurre, por ejemplo, en Suecia, donde no ha bastado recurrir a inmigrantes de primera o segunda generación, que son ya más de la cuarta parte de los trabajadores de CLD. Debe de influir que en ese sector, la mitad de los empleados tienen dedicación parcial y el 27%, contrato temporal. Los sueldos son un 20% más bajos que la media nacional.
Prevenir
No hay cuidados baratos, pero mejorar su calidad puede contribuir a contener el gasto. El informe de la Comisión Europea anota que el coste medio por persona de los CLD es notablemente mayor en el caso de las personas jóvenes, en las que, por lo general, la dependencia se debe a una incapacidad severa. Entre los mayores, en cambio, el principal aumento de coste de los CDL viene no con la edad, sino con el ingreso en una residencia.
Por eso, el informe recomienda invertir más en prevención de la dependencia. Ese es el enfoque adoptado en los países nórdicos. Se presta a los mayores ayuda doméstica y se los acompaña a hacer la compra o simplemente pasear por la calle –es muy importante que no dejen de moverse–, a fin de que puedan vivir en casa el mayor tiempo posible.
A la vez, será obligado dedicar más recursos para financiar los CLD. Este mismo año, algunos países han adoptado nuevas medidas. Eslovenia ha fijado una nueva contribución social destinada a los CLD: un 1% adicional del salario o de la pensión, o un 2% de los ingresos de los autónomos. Italia ha aprobado una asignación mensual de 1.380 euros para los mayores de 80 años dependientes: tal vez parezca mucho, pero es bastante menos que el coste de una residencia.
Pues lo más caro es no hacer nada, advierte Jonathan Cyrus, investigador del European Observatory on Health Systems and Policies, citado por The Economist en un artículo sobre el tema: “No invertir ahora –dice– es, en el fondo, penalizar a la siguiente generación”. En efecto, los que vengan después tendrían que hacerse cargo de más casos severos de dependencia, y más tempranos.