Arturo Pérez-Reverte (Cartagena, 1951) es uno de los novelistas españoles actuales más conocidos, además de académico de la Real Academia Española. Entre 2014 y 2018, dedicó su columna en el suplemento dominical de Vocento, “Patente de corso”, a la historia de España. Ahora ha recopilado esos textos en un libro que ha sido un éxito de ventas.
Pérez-Reverte no esquiva la polémica: la última le enfrentó con María Elvira Roca, autora de Imperiofobia y leyenda negra, a quien criticó su antieuropeísmo a propósito de su último libro, Fracasología. En cualquier caso, aclara que su repaso histórico es solo “una historia de España” (de las muchas posibles que se pueden escribir) e indica que es una “historia gamberra”, escrita como divertimento, tras repasar algunas lecturas. De eso, en efecto, no cabe duda.
El autor utiliza de modo habitual tres armas para captar la atención de sus lectores: la referencia a hechos o personajes muy conocidos del pasado nacional; un indudable dominio del lenguaje; y notables dosis de humor en todos sus grados, hasta llegar al grueso. En este sentido, no le falta razón al pensar que su concepción de la historia de España puede molestar a algunos: tanto a las jóvenes generaciones que tienen una visión de nuestro pasado común distinta, según la comunidad autónoma en la que vivan, como a los historiadores serios, que se pasan media vida pegados a los documentos en los archivos.
Como era de esperar, Pérez-Reverte no es políticamente correcto casi nunca y mete el dedo en la llaga siempre que puede: no solo para referirse a vascos o catalanes (que también), sino a musulmanes (moros), franceses (gabachos), al clero, a la Inquisición, a los Austrias y Borbones (no se libra ni Carlos III), o a republicanos y franquistas. Según este insólito académico, los españoles somos de lo peorcito del planeta: vagos, envidiosos, arrogantes, retrógrados, supersticiosos e ignorantes… Parece que un español solo saca lo mejor de sí mismo cuando, como el capitán Alatriste, está acorralado en una batalla y se juega el todo por el todo.
Los capítulos más lúcidos, en mi opinión, son los referidos a nuestra historia más reciente, a partir de la dictadura de Primo de Rivera hasta la Transición. A pesar de lo dicho, Pérez Reverte consigue que se lean sus páginas deseando que no llegue la parada de metro de destino, aunque solo sea para reírse y también, para reflexionar un poco.