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Padres brillantes, maestros fascinantes

Zenith. Barcelona (2007). 238 págs. 15 €. Traducción: Amalia Sato.

TÍTULO ORIGINALPais brilhantes, professores fascinantes

Augusto Cury es un médico psiquiatra brasileño y autor de unos cuantos libros de autoayuda que se han convertido en un éxito editorial. En concreto, de este libro dedicado a la educación se han vendido más de un millón de ejemplares en Brasil. También se ha traducido su obra Nunca renuncies a tus sueños.

Lo que más sorprende de este libro no son las ideas que el autor despliega, algunas muy sencillas y esquemáticas y otras bastante opinables. Lo que llama la atención de Padres brillantes, maestros fascinantes es el tono inequívocamente optimista que emplea el autor, quien se dirige a los padres y maestros para hacerles partícipes de su entusiasmo.

Para Cury, las fórmulas tradicionales están gastadas. Padres y maestros deben darse cuenta de que no basta con intentar ser buenos padres o maestros; lo que hoy se reclama es la apuesta por la excelencia, el único camino para romper moldes y revolucionar la educación. Escribe Cury, con bastante razón, que “si no reconstruimos la educación, las sociedades modernas se volverán un gran hospital psiquiátrico”, como ya está sucediendo entre los niños y los adolescentes, entre los que abundan los alumnos alienados, ansiosos, autoritarios, angustiados… Él reclama a los padres que eduquen en la sensibilidad y en las emociones, la mejor manera para educar en la vida. Sólo con esta “nutrición psicológica” los hijos sabrán enfrentarse convenientemente a los retos de esta sociedad.

Cury emplea el habitual estilo de los libros de autoayuda, con ideas sencillas y sugerentes que el autor encierra en frases lapidarias y efectistas para hacer mella en el ánimo de unos lectores que, quizás, necesitan esta vitamina literaria. Por ejemplo, “los buenos padres preparan a los hijos para los aplausos, los padres brillantes preparan a los hijos para los fracasos”; “los buenos maestros son temporales, los maestros fascinantes son inolvidables”. Como a veces sucede en este tipo de libros, el recurso al estilo poético convierte algunas frases en excesivamente tópicas o cursis: “Educar es ser un buscador de pepitas de oro que va tras los tesoros del corazón”.

La primera parte está dedicada a los padres, a los que anima a salir de los lugares comunes. Cuando se dirige a los maestros, reconoce las numerosas dificultades que obstaculizan su trabajo docente. Hoy más que nunca abundan los estudiantes hiperactivos, sometidos a lo que él llama “Síndrome del Pensamiento Acelerado”, que inunda de estímulos visuales y sonoros su inteligencia. A continuación, expone “los siete pecados capitales de los educadores”. Por último, Cury concreta sus aportaciones, un material para el debate educativo.

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