Origen del hombre. Ciencia, filosofía y religión

EUNSA. Pamplona (2007) 181 págs. 12 €.

La teoría científica de la evolución de los vivientes ha sido objeto de manipulaciones ideológicas para intentar justificar las tesis materialistas que sostienen que Dios no existe y que el hombre no es sino un animal más fruto de la evolución biológica. Esto provocó una reacción contraria en el fundamentalismo protestante americano, que negaba el valor de dicha teoría y postulaba un “creacionismo” entendido como una interpretación literal de los contenidos de la Biblia. Pero un error no se combate con otro error, sino analizando con rigor lógico y con honradez intelectual todos los aspectos contenidos en un problema.

Y esto último es lo que hacen los autores de este interesante libro en el que abordan estas cuestiones desde una perspectiva interdisciplinar que abarca los ámbitos de la ciencia, la filosofía y la religión. Mariano Artigas, fallecido hace poco más de un año, fue sacerdote y profesor de Filosofía de la Ciencia en la Universidad de Navarra; autor de numerosos libros y artículos recibió el reconocimiento internacional por parte de diversas asociaciones relacionadas tanto con la filosofía como con la ciencia, en 1995 mereció el Premio de la Fundación Templeton. Daniel Turbón es catedrático de biología de la Universidad de Barcelona, especialista en biología molecular; desde 1992 representa a España como miembro del consejo Permanente de de la International Association for the Study of Human Paleontology de la UNESCO.

Artigas y Turbón analizan con un lenguaje muy claro y un estricto rigor intelectual los aspectos científicos implicados en el origen del hombre y en la evolución de los vivientes. Defienden la compatibilidad entre la teoría de la evolución biológica del hombre y la existencia de un Dios que crea siguiendo un plan racional. Esto permite que pueda afirmarse que hay una finalidad en la naturaleza, aunque la ciencia no la pueda captar con sus métodos, y que, sin embargo, se refleja en la compleja organización de la realidad material. Pero, como muy bien señalan los autores, esto no significa que tengan razón los partidarios de la teoría del Diseño Inteligente.

Frente a la radical intransigencia del fundamentalismo del llamado creacionismo científico estadounidense, la Iglesia católica considera que la teoría de la evolución en sus aspectos puramente científicos (y, por lo tanto, al margen de manipulaciones ideológicas tendenciosas pero acientíficas, que son analizadas en el último capítulo) es compatible con la noción metafísica de creación y, por consiguiente con la afirmación de un ser absoluto que trasciende a la naturaleza pero que es su causa última.

El libro se cierra con una serie de documentos de Juan Pablo II, entre los que se encuentra la alocución a los miembros de Academia Pontificia de Ciencias de octubre de 1996 en la que afirmó que la teoría de la evolución es más que una hipótesis; documentos de la Comisión Teológica Internacional y artículos de Robert Spaemann y Fiorenzo Facchini, este último sobre la evolución y la creación.

Un libro en el que la filosofía y la religión tienen presentes los conocimientos que la ciencia aporta sobre el origen del hombre integrándolos en una reflexión más profunda que abarca todas las dimensiones de la persona humana.

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