Considerado uno de los grandes de la literatura europea actual, Ian McEwan (Reino Unido, 1948) es autor de excelentes novelas, entre las que destacamos Los perros negros (1992), Ámsterdam (1998), Expiación (2002) y Sábado (Aceprensa, 28-12-2005). Eso sí, también tiene novelas muy prescindibles.
Operación Dulce, ambientada en Inglaterra en los inicios de la década de los setenta, tiene como protagonistas la aspirante a espía Serena y el aspirante a escritor Tom Haley. El telón de fondo de la novela es la Guerra Fría; y las actuaciones de la CIA y de los servicios secretos ingleses para contrarrestar el peso de la propaganda comunista entre los intelectuales europeos; el final de los años 60, con las consecuencias de la revolución sexual y social; y la política interna inglesa, sumida en una crisis económica que provocó una importante protesta sindical.
Serena, hija de un obispo anglicano, es una joven que ha llevado una vida muy normal hasta su ingreso en la Universidad de Cambridge para estudiar Matemáticas. Allí Serena se desmelena. Tiene sucesivos novios hasta que conoce a Tony Canning, profesor de historia, de la edad casi de su padre, casado. Con él mantiene un idilio que dura unos pocos meses pero que marca la vida de Serena, pues Tony la transforma intelectualmente, haciendo que se preocupe por la situación social, política y literaria que se vive en Europa.
Recomendada por Tony, es contratada por los servicios de seguridad, el MI5, donde realiza tareas burocráticas hasta que solicitan su ayuda para la Operación Dulce, una maniobra cultural para contrarrestar el predominio comunista en los medios de comunicación y literarios. Serena hace de intermediaria de una fundación para proponer a Tom Haley, un prometedor escritor, una importante beca. Tom acepta y se convierte, además, en el amante de Serena. Pero Serena nunca le ha revelado su auténtica identidad, lo que reconcome a la joven, enamorada ya del escritor.
Operación Dulce es, sobre todo, una historia de amor, tópica y complicada. La relación que viven Tom y Serena es apasionada, intensa, para la que el autor no ahorra descripciones explícitas de encuentros sexuales. Otro ingrediente destacado de la novela es el literario, que McEwan introduce de manera inteligente con las observaciones de Serena sobre sus lecturas, los relatos que escribe Tom y la descripción del mundo literario en el que poco a poco empieza a introducirse su novio.
No resulta muy convincente la actividad profesional de Serena y el lugar que ocupan los servicios de seguridad en el desarrollo de la trama. McEwan traslada esto a un segundo plano y prefiere centrarse en la apasionada relación entre Tom y Serena. Sin embargo, al descafeinar el papel del mundo del espionaje, la intriga y la propia sustancia novelística pierden enteros. Resultan quizá demasiado débiles para una novela de estas características tanto la historia de amor como el trasfondo político-social y literario, que podía haber dado más de sí.
McEwan brilla en la presentación morosa de los protagonistas y es hábil para plantear ingeniosos desenlaces; sabe dosificar también la trama con una sólida y original estructura. Y construye con delectación el planteamiento de la historia, al que dedica quizá más páginas de las necesarias, incluyendo algunas tramas secundarias que acaban perdiendo fuelle en el desarrollo final.