El paso de los años continúa aumentando la talla literaria de Álvaro Cunqueiro (1911-1981), escritor al que no es nada fácil encasillar, pues en su larga trayectoria literaria cuenta con artículos periodísticos, relatos, novelas, obras de teatro, literatura gastronómica y poemas. Una selección de sus numerosos artículos periodísticos –se calcula que escribió más de 20.000– se publicó en 2020 en un volumen de la prestigiosa Biblioteca Castro, donde también tiene publicados otros dos volúmenes dedicados a sus novelas y relatos.
Sus novelas, como Un hombre que se parecía a Orestes o Merlín y familia, participan de una original poética fantástica que le lleva a recurrir a los mitos celtas y clásicos traspasados de la inconfundible ambientación gallega.
Galicia y sus gentes está en el centro de toda su literatura, como se puede comprobar leyendo sus artículos y también los relatos que componen Los otros feriantes (1979), volumen con el que Ediciones 98 comienza la publicación de sus obras más importantes.
Cunqueiro escribió en gallego y en castellano. En la misma línea que Os outros feirantes están Escola de menciñeiros (1960), Xente de aquí e de acolá (1971; en castellano: La otra gente, 1975). Más que relatos propiamente dichos, estas páginas contienen semblanzas y retratos de personas populares que Cunqueiro ha tomado de la vida, de su poderosa imaginación y del acervo tradicional. Hay, en su configuración, un parentesco con lo mejor de los cuentos populares y orales, con los que su literatura entronca muy bien.
Aunque la ambientación y los personajes proceden del costumbrismo gallego, el autor introduce en estas narraciones el elemento mágico y maravilloso. Pero, y aquí está la clave de buena parte de su literatura, no convierte sus invenciones en meras historias fantásticas alejadas de la realidad, sino que la incorporación de los sueños y de la fantasía le sirve para iluminar aspectos inéditos de la realidad gallega.
Junto con la irrupción de lo maravilloso, aparece la Galicia arcaica, profunda, ancestral, que cuando Cunqueiro escribe estas narraciones se encontraba ya en vías de extinción. Sus retratos se convierten así en perennes ejemplos de la tradición popular.