Estas dos reediciones españolas ponen de relieve la polifacética personalidad creativa de su autor, el mexicano José Emilio Pacheco, premio Cervantes 2009.
En efecto, Pacheco ha sido a veces recordado, sobre todo, por su labor de poeta, olvidando que es un excelente narrador y ensayista.
Las batallas en el desierto es una brevísima novela ambientada en el México de fines de los años cuarenta, en la época de la presidencia de Miguel Alemán. Las truculencias revolucionarias son parte de un pasado doloroso y reciente. Ahora la sociedad mexicana aspira a encontrar un lugar en el mundo desarrollado, a ser, como se diría en el lenguaje actual, un país emergente.
Carlos, un niño de doce años procedente de una familia tradicional, hace amigos en el colegio. Pronto toma conciencia de su posición social: él no es como Jim, que tiene juguetes comprados en los Estados Unidos, ni como Rosales, un muchacho aplicado pero de familia muy humilde. El relato va dibujando con enorme poesía y sencillez el mundo según lo percibe el protagonista, hasta que Carlos, por fin, un día es invitado a la casa de Jim. Allí se enamora platónicamente de la madre de su amigo. Enseguida se revuelve toda su percepción de las cosas. Desde el principio sabe la imposibilidad de ser correspondido, y esto le hace sufrir. Pero, para colmo de males, su mal de amor es tan fuerte y turbulento que no puede vivir sin comunicárselo a su amada. El niño, en definitiva, vive sus nuevos sentimientos con una fatalidad trágica; tiene la suficiente lucidez para darse cuenta de que la historia no ha de acabar bien.
Pacheco sigue los esquemas de cualquier novela de iniciación a la vida. Su protagonista es un niño que empieza a conocer el mundo y tiene su primera experiencia amorosa. Las críticas a los parámetros de los mayores también hacen su aparición, encarnados en una educación represiva e inconsciente. Las reacciones de la familia de Carlos descubren tabúes e hipocresías tan verdaderos como el anticlericalismo maniqueo de Pacheco.
Pero, con todo, pese al tono amargo con que el autor juzga a sus mayores, también se percibe en él un inevitable toque nostálgico, signo fundamental de la inocencia perdida y anhelada. La novela comienza con una frase tan sobria como significativa: “Me acuerdo, no me acuerdo: ¿qué año era aquél?”. A partir de aquí, la historia discurre con enorme fluidez. La escena en la que Carlos se declara a la mamá de su amigo es un prodigio de delicadeza y cariño hacia los personajes. Sólo por estas pocas páginas, vale la pena leer Las batallas en el desierto, una novela que supera con acierto las márgenes de una trama limitadísima gracias a la emoción y hermosa sencillez con que está escrita.
El principio del placer y otros cuentos reúne dos colecciones antiguas de relatos ahora revisadas por el autor. Un buen puñado de cuentos transitan por los ambientes infantiles de Las batallas en el desierto. La mayoría retratan la vida familiar de una clase media mexicana en los años cuarenta. Aquí Pacheco vuelve a convocar sus cualidades nostálgicas, además de su estilo sobrio y efectivo. Otros, en cambio, tienen un carácter más experimental. El autor arriesga más en estos casos y, a veces, el salto no termina de tener éxito. Algunos relatos tienen ya demasiado sabor de época (esto es, ideología progresista con perfume a París, mayo del 68). Se salvan, sin embargo, algunos como “Tenga para que se entretenga” o “Cuando salí de La Habana, válgame Dios”, donde Pacheco demuestra su maestría en el género fantástico.