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La Revolución rusa

TÍTULO ORIGINALDie russische Revolution

CIUDAD Y AÑO DE EDICIÓNBarcelona (2017)

Nº PÁGINAS144 págs.

PRECIO PAPEL14,90 €

Rosa Luxemburgo (1871-1919) fue una de las figuras más destacadas del socialismo en las primeras décadas del siglo XX. Nacida en Polonia, sería más adelante en Alemania una de las fundadoras de la Liga Espartaquista y, después, del Partido Comunista. Murió tras el fallido levantamiento espartaquista de 1919, asesinada por las fuerzas paramilitares encargadas de la represión.

En 1918, cuando se encontraba en la cárcel de Breslau, comenzó a escribir un texto sobre la Revolución rusa con la intención de publicarlo en una revista. La propuesta fue rechazada, pero ella entregó un borrador a su amigo Paul Levi. Cuando Levi fue expulsado del Partido Comunista en 1922, decidió dar a conocer este texto, inacabado, en el que la autora valora críticamente lo conseguido en los primeros meses de la Revolución.

Por un lado, la autora destaca el papel decisivo del partido de Lenin y Trotski, “el único que realmente aplicó una política socialista”. También reflexiona sobre las decisiones tomadas en relación al proceso de paz (la firma del Tratado de Brest-Litovsk en 1918), el caótico reparto de tierras y el impulso –que Luxemburgo rechaza– a los procesos de autodeterminación, que provocaron el auge de los nacionalismos y la desintegración de Rusia.

Pero la autora se muestra especialmente crítica en otros aspectos claves para la consolidación de la Revolución. Censura duramente que la Revolución se apoyara en la generalización del gobierno del terror, eliminara las garantías democráticas y recortara al máximo la libertad de prensa y los derechos de asociación y reunión.

Como escribe, “la libertad solo para los partidarios del Gobierno, solo para los miembros de un partido –por muy numerosos que estos sean– no es libertad en absoluto. La libertad es siempre y exclusivamente libertad para quien piensa de manera diferente”. A su juicio, Lenin y Trotski rechazaban la representación popular basada en el sufragio universal y solo se apoyaban en los soviets.

Los posteriores acontecimientos políticos en la URSS dieron la razón a estas palabras de Luxemburgo. Sus críticas nunca fueron bien recibidas, y aunque su dramática muerte provocó una mitificación de su figura revolucionaria, sus ideas heterodoxas sobre la implantación de la dictadura del proletariado hicieron mella en su prestigio como revolucionaria ejemplar. Y es que, viendo lo que sucedió en la URSS en las décadas posteriores, a los dirigentes comunistas les resultó imposible asimilar mensajes tan contundentes como el siguiente: “La vida pública de los países con libertad limitada es tan pobre, tan rígida y tan estéril precisamente porque, al convertir la democracia en algo excluyente, cierra las fuentes vivas de toda riqueza y progreso espirituales”.

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