Los desmanes del nazismo pueden parecer, desde la distancia, obra de seres irreflexivos. De tan gigantescas, las dimensiones del crimen invitan a pensar en monstruos incapaces de ponderar la realidad. Pero nada más lejano a la verdad: para justificar su proyecto racista y expansionista, los ideólogos del III Reich escarbaron en las culturas antiguas de Occidente y en el pensamiento clásico, con el objetivo de forzar unas conexiones entre ese legado y su propio modo de concebir el mundo y
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