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La noche del oráculo

TÍTULO ORIGINALOracle Night

GÉNERO

Anagrama. Barcelona (2004). 257 págs. 16 €. Traducción: Benito Gómez Ibáñez.

Sidney Orr, el protagonista de la nueva novela de Paul Auster, es un escritor que lucha por salir adelante después de sufrir una larga y casi mortal enfermedad. Todavía convaleciente, entra en una papelería y compra un cuaderno. Sidney lleva meses sin escribir, pero ese cuaderno ejerce sobre él un influjo casi hipnótico y empieza una novela partiendo de una anécdota muy «austeriana» que aparece en «El halcón maltés», de Dashiell Hammett. Sidney describe la drástica decisión que toma el editor Nick Owen de iniciar una nueva vida después de escapar milagrosamente a un accidente en la calle. Sin decir nada a nadie, Nick abandona a su mujer y se traslada a Kansas, donde intenta rehacer su vida. Hay un momento, sin embargo, en que Sidney no sabe cómo continuar la historia. De pronto, ambas tramas, la de la novela que escribe Sidney y la que estamos leyendo, se complican con sucesivos pasajes personales que tienen que ver con su mujer, Grace. Sidney intuye que entre los dos va a surgir algo que pondrá a prueba su apasionada relación…

Ambientada en Nueva York en un mundo de intelectuales, con continuas referencias al trabajo del escritor, «La noche del oráculo» es una muestra más del alambicado mundo narrativo de Auster (New Jersey, 1941). En ella, vuelve a dar vueltas y más vueltas a sus constantes literarias: la importancia del azar en la vida de una persona, la dificultad de convivir con la soledad, la dependencia, a la vez, de los sentimientos de los demás, unos personajes complejos que esconden secretos (ver servicio 76/03). Como en casi todas sus novelas, Auster teje una trama enigmática y abusa de los ingredientes metaliterarios y de una sensualidad que en ocasiones se desboca en la descripción de episodios sexuales.

Auster es un maestro en crear argumentos que enganchen, con trama y subtramas atrayentes. Sus personajes buscan encontrar algo que dé sentido a sus vidas, aunque sienten continuamente el peso del fracaso y de la culpa. Ante la radical y deliberada ausencia de planteamientos trascendentes, que podían añadir un toque de esperanza, las novelas de Auster se precipitan hacia un conflicto desasosegante, deliberadamente azaroso, en ocasiones errático. Quizá sea esta sensación la que más se repite en la novela: personajes que añoran desesperadamente la felicidad pero que ven cómo en su camino se cruzan sus propias limitaciones y la amenaza de lo imprevisto, sutilmente anunciada en sus tramas. Al final, se impone la idea de que en la realidad todo es movedizo y está sometido a la dictadura de lo fortuito, por mucho que se crea en la fuerza del amor.

Adolfo Torrecilla

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