La mano de Fátima

Grijalbo. Barcelona (2009). 955 págs. 24,90 €.

GÉNERO

La mano de Fátima, la segunda novela de Ildefonso Falcones, el autor de uno de los best sellers más leídos de los últimos años, La catedral del mar, ha venido acompañada de una fastuosa campaña de marketing, para convertirla en otro pelotazo internacional.

La novela se centra en las vicisitudes del joven Hernando Ruiz, vecino de Jubiles, una de las localidades de las estribaciones de Sierra Nevada donde tiene lugar la revuelta de las Alpujarras en 1568. Hernando es hijo de Aisha y de un sacerdote católico que la violó. Le conocen por el Nazareno, apelativo que le acompaña durante toda su vida como un estigma. Educado en la fe católica y, a la vez, en la fe musulmana, los orígenes de Hernando le impiden ser aceptado por los suyos y por los cristianos. Tratado casi como un esclavo por su padrastro, la tensa relación con éste marca el hilo conductor de esta voluminosa novela sobre la vida de los moriscos en la España de finales del siglo XVI. Hernando vivirá en directo la rebelión de las Alpujarras, la derrota de los moriscos, su confinamiento en Córdoba y, al final, su definitiva expulsión de España.

A la vez, Hernando sacará adelante a su familia, que sufre la tragedia de la derrota; se enamorará de Fátima, una joven viuda que rescata de morir en uno de los enfrentamientos con los cristianos. Pero tiene que ocultar sus sentimientos hacia ella por la decisión de su padrastro de convertirla en su segunda esposa.

Muchas cosas le suceden a Hernando, la persona que utiliza Falcones para explicar la España del siglo XVI. La novela está bien documentada, y los sucesos históricos tienen puntual reflejo en una novela escrita de manera correcta, pero sin grandes brillos estilísticos.

Los hechos se ven siempre desde la perspectiva de los moriscos, las víctimas, aunque describe también sucesos violentos protagonizados por ellos. La religión católica no sale nunca bien parada. No aparece ningún personaje que viva su fe de manera normal y coherente. La mayoría de los cristianos son seres fanáticos, violentos, racistas, sexualmente reprimidos. La novela cae en un maniqueísmo que influye más de lo que parece en el tratamiento de los personajes y en la evolución de la historia.

La historia amorosa que viven Fátima y Hernando es más propia de un culebrón, o de una mala novela bizantina: es, en mi opinión, el mayor lastre de la novela. Falcones no es sutil ni en el tratamiento de las diferentes sensibilidades ni en los matices estilísticos. En ocasiones es, incluso, bastante torpe, esquemático y peliculero. Las escenas eróticas que salpican el relato, breves y previsibles, son un calculado ingrediente para añadir un poco de salsa. Y otro de los defectos más visibles es la cantidad de moralina políticamente correcta que destilan estas páginas. Especialmente al final de la novela, Hernando desea ser un modelo de tolerancia entre las diferentes religiones y culturas.

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