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Harry Potter and the Order of Phoenix

Joanne K. Rowling

Bloomsbury. Londres (2003). 766 págs. 16,99 €.

Con su quinta entrega sobre Harry Potter, que más que ninguna otra debe ser leída después de los libros previos, Rowling sigue subiendo las apuestas. Además de haber confeccionado un libro más largo y usar un vocabulario de riqueza inusual en los libros para niños, se interna en terrenos resbaladizos sin caerse ni una sola vez.

Después de un verano con sus tíos, Harry Potter debe responder a un ataque de Dementores a consecuencia del cual se le puede prohibir el regreso a Hogwarts. Averigua que un grupo de magos capitaneados por Dumbledore, la Orden del Fénix, está preparándose para combatir a Voldemort. Después de un tenso juicio donde se salva de la expulsión de Hogwarts, vuelve allí para empezar un curso en el que suceden muchas cosas. Entre otras: Ron y Hermione son nombrados prefectos y él no; casi todos sus compañeros le consideran un liante; sale con una chica por primera vez y no le va muy bien; una nueva y odiosa profesora de Defensa contra las Artes Oscuras le hace la vida imposible… Y se llega por fin a una batalla final y a un violento enfrentamiento con Dumbledore, que se ve obligado a darle algunas explicaciones sobre su pasado y a revelarle un trascendental secreto.

La novela tiene las mismas cualidades de las anteriores: la estructura está bien armada; continuamente surgen pequeñas incógnitas que tensan más y más la trama, pero a la vez hay escenas o diálogos humorísticos en los momentos oportunos; abundan las descripciones ingeniosas; hay muchos nuevos personajes y algunos como Dolores Umbridge que, cuando aparecen, ocupan por completo el escenario; al final quedan atados los muchos cabos que se fueron soltando, pero también se deja preparada la pista para figuras como Neville y Ginny, y se dejan abiertos no pocos interrogantes. Algunos personajes van estando cada vez más perfilados. Hermione combina bien la doble faceta de chica repelente unas veces y afectuosa otras, al tiempo que otros pierden fuerza y algunos nuevos son extraordinarios.

En cuanto las diferencias con las anteriores novelas puede apuntarse que si Rowling usó desde el principio un modo de narrar cinematográfico con el fin de intentar suscitar imágenes en la mente del lector, ahora esto es más patente aún. Haber trabajado en la confección de las películas y saber de antemano qué actores representan cada papel, supone que muchos más pasos de la narración están pensados ya como planos de cine.

Pero lo más importante sin duda es cómo Rowling pinta la evolución de sus personajes, toda una demostración de que conoce y sabe reflejar bien la complejidad interior de los adolescentes. Como es lógico, esto se aplica sobre todo a Harry, un chico furioso cuando piensa que no le consideran, disgustado consigo mismo cuando se ve atacado por celos mezquinos, desazonado al descubrir defectos que tenía su padre, desconcertado en las relaciones con las chicas… Y está logrado el modo en que se muestra cómo va reaccionando con una mayor comprensión acerca de qué cosas son las verdaderamente importantes en la vida. También son excelentes muchas pinceladas sobre comportamientos juveniles en distintas situaciones, como los magistrales comentarios que debe hacer Hermione a Ron y Harry para explicarles la psicología de las chicas.

La otra cara de la cuestión, los errores educativos que sufre Harry, también se presentan con acierto, incluso a costa de romper un tanto la imagen intachable del Dumbledore anterior.

De todos modos quizá convenga señalar que el objetivo de los libros de Harry Potter no es ni enseñar magia ni desarrollar un tratado educativo, y por eso tan tonto es prohibirlos, como hacen los fundamentalistas estadounidenses, como usarlos de modo autoritativo para inculcar virtudes, como seguramente hará más de un profesor. Como siempre, lo mejor es tomar estos libros como lo que son: unas historias bien construidas y muy entretenidas, coherentes en la pintura de los personajes y extraordinariamente ricas en la descripción de sus ambientes, a la vez que sensatas en el momento de presentar las tensiones propias del crecimiento y de las relaciones de amistad entre chicos jóvenes. En definitiva, unas novelas infantiles-juveniles que, como tienen mucha calidad, pueden ser leídas con gusto por cualquiera, tenga la edad que tenga.

Luis Daniel González

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