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Gloria

EDITORIAL

CIUDAD Y AÑO DE EDICIÓNMadrid (2016)

Nº PÁGINAS64 págs.

PRECIO PAPEL9 €

GÉNERO

La obra poética de Julio Martínez Mesanza (Madrid, 1955) se va desgranando con lentitud, fruto de una elaboración pausada y concienzuda. En este libro, hay poemas escritos entre 2005 y 2016, y –como señala al final– en lugares tan distintos y distantes como Madrid, Túnez, Tel Aviv y Estocolmo, ciudades a las que el trabajo en el Instituto Cervantes ha llevado hasta ahora al autor, entre otras.

Pero no se trata de una mera acumulación de versos escritos a lo largo de esos años. El libro destaca por la unidad y coherencia. Los poemas, casi todos bastante breves, se agrupan en cinco partes. Se suele destacar en la poesía de Martínez Mesanza el tono épico, la indagación en el sentido de la historia, el equilibrio entre reflexión y emoción. En Gloria, sin dejar esas constantes, el tema de fondo es la creación y la redención, como ya se apunta en el título del libro y en el de la primera parte del poemario: El último sábado perfecto, expresión que se repite en uno de los poemas: “en el último sábado perfecto, / preludio de un domingo sin ocaso”. Se trata de una búsqueda, a veces laberíntica, de “la luz y el oro verdaderos”.

El título de la segunda parte tiene ecos místicos –El no del que no puede decir nada– y nos plantea otro combate, el de la culpa y el perdón, el del peligro del desdén, con referencias bíblicas e imágenes caballerescas. La tercera parte –Solo por esperar hasta el invierno– nos habla de mares, barcas, lluvia, quizá del tiempo de la espera, y nos introduce en el siguiente bloque de poemas –Está en lo que no sabes qué es y escapa–, donde el tema de fondo es el misterio de la gracia en las almas: “Para decirte que la gloria existe / y es ausencia de orgullo en la hermosura / y más ausencia siempre que presencia, / porque siempre conduce a la extrañeza, / se alza la torre frente al mundo frío”.

Termina el libro con La noche vino y vino la mañana, donde contrapone los símbolos de la esfera y la espiral al de la cruz: “Pero existe la cruz, si no te habías / dado cuenta; la cruz, que incluye todo, / que no excluye y te deja el horizonte, / y no clausura tu interior oscuro; / la cruz, que no es primera, porque el hombre / vino antes para que la cruz viniera”.

A esto hay que añadir las imágenes relacionadas con la noche y el día, es decir, con la luz. Los poemas están escritos en endecasílabos blancos, con gran maestría, y dan al libro el ritmo sereno y unitario tan característico del autor. La larga espera de este poemario ha merecido la pena.

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