A.B. Yehoshua (Jerusalén, 1936) es uno de los grandes escritores israelíes actuales. Escribe narrativa, teatro y ensayo. El señor Mani, de 1990, fue su tercera novela. Aparecida en España en 1994, se reedita ahora. También se han publicado La novia liberada y Una mujer en Jerusalén.
El señor Mani puede ser cualquiera de los Mani que aparecen en la novela, con mayor o menor protagonismo, desde Eliyahu, en el siglo XVIII, hasta Roni, que tendría siete años cuando la novela se publica. Los Mani son de origen sefardí (como Yehoshúa) y a través de sus historias –narradas en conversaciones en las que solo habla un interlocutor y el otro escucha– se tiene una idea detallada, minuciosa y rica de la vida de los judíos en Turquía, en Atenas, en Beirut, en Creta y, sobre todo, en una Jerusalén que es la verdadera protagonista, cuya luz se describe con tonos tan sutiles que impregnan todo el relato.
La acción principalmente transcurre en el siglo XIX, cuando el Imperio Turco dominaba todo el Oriente Medio, en una mezcla mucho más pacífica que lo que ha sido luego, de árabes, judíos y cristianos. Es como un contrapunto oriental a esa belle époque, que el desastre de la Primera Guerra Mundial borró para siempre del mapa.
Es una novela extensa, que requiere una atenta lectura, porque Yehoshúa es un narrador pausado y detallista. Pero cuando se entra en el universo Mani se empieza a desear aún más noticias de esa extraña y desgraciada familia.
Sobre todo es una novela que da idea de la complejidad de la cultura judía, de sus contradicciones, de su diversidad. Una frase: “No, señor, el judío no está obligado a creer en Dios, pero es aconsejable que lo haga, porque no le queda mucho más en qué creer”.