Francesco Salvarani, periodista italiano, nos acerca, en forma de relato autobiográfico, a la interesantísima existencia de esta judía conversa y mártir.
Quien no conozca todavía a Edith Stein o tenga de ella un conocimiento superficial, encontrará en esta obra los hechos fundamentales de su vida; quien ya haya leído otras biografías, podrá descubrir una Edith Stein más familiar y cercana. Junto con los años de su infancia y adolescencia y el interesantísimo periodo de formación a la sombra de Husserl –un periodo de descubrimiento filosófico y existencial, en ocasiones trágico–, se destaca su innata generosidad y su presencia activa en los círculos intelectuales más importantes de Alemania.
Aunque comprensible, la atención a la vida de Edith Stein a veces ha ocultado sus logros filosóficos y no hay que olvidar que fue una de las más apasionadas y serias cultivadoras de la fenomenología. No en vano fue asistente personal de Husserl y el padre de esta corriente filosófica la presentó en ocasiones como una joven promesa. De su vocacional entrega a la investigación también se ocupa Salvarani, que además subraya su quehacer docente fuera de la universidad, entonces vedada a las mujeres. Ahora bien, su frenética vida no perjudicó su labor investigadora ni su preocupación por los más desfavorecidos.
Pero la biografía de Salvarani, tan clarificadora para entender, al menos en cierta medida, la altura filosófica de Edith Stein, tiene otro eje central: cómo ella fue descubriendo paulatinamente el cristianismo. En este sentido, la perspectiva desde la que se desentraña toda la existencia de santa Teresa Benedicta de la Cruz es sobrenatural y se comprenden los hitos anteriores a su conversión como una preparación para el bautismo.

Su acercamiento a la fe católica no hizo que se olvidara de su condición natural de judía y como tal estuvo enormemente preocupada por la situación política de Alemania. Salvarani recuerda que Edith Stein escribió una carta al Papa Pío XI en 1933 para manifestarle sus inquietudes por el celo anticristiano del nazismo. Por las mismas fechas, Edith decidió ingresar en el Carmelo.
En el convento, santa Teresa Benedicta de la Cruz confesaba haber encontrado la plenitud. En aquellos momentos incluso dejó atrás su propia vocación filosófica; si volvió a la filosofía –en concreto, a santo Tomás– fue por obediencia al provincial de la orden y a la priora. Su vida de retiro fue tranquila durante un tiempo, hasta que los nazis la deportaron a Auswitchz, donde fue asesinada en 1942.
Santa Teresa Benedicta de la Cruz es importante en la historia reciente de la Iglesia, como pone de manifiesto Salvarani. Por un lado, es especialmente significativo su origen judío, lo que debe llevar a reflexionar sobre la fraternidad, y a compartir, por parte de los cristianos, el pesar por el trágico destino que sufrió el pueblo judío en el siglo XX. Por otro, es una mujer que en muchas facetas se adelantó a su tiempo.
Como filósofa, como mártir y como mística, Stein es una de las figuras más sobresalientes del siglo XX.