Corsarios de Levante

Alfaguara.
Madrid (2006).
356 págs.
20 €.

GÉNERO

«Corsarios de Levante» es la sexta entrega de las aventuras protagonizadas por el capitán Alatriste en la España del siglo XVII. Otra vez vemos cómo Alatriste saca a pasear su desafiante sentido del honor, su escéptico idealismo y su previsible orgullo. No faltan los toques de humanidad que le añaden el generoso trato con los amigos, su sentido de la justicia, su cansancio existencial y la responsabilidad para con el joven Iñigo de Balboa, el narrador, que ya tiene diecisiete años y que en esta novela incluso tiene un conato de enfrentamiento con el propio Alatriste.

El Mediterráneo, «encrucijada de razas, lenguas y viejos odios», se convierte en el protagonista de esta novela, llena de acción y aventuras marítimas. Vuelve a desplegar Pérez-Reverte su conocimiento de la época, con numerosas referencias a personajes y hechos históricos. Además, el tratamiento estilístico y la utilización del léxico del momento añaden verosimilitud a una narración que, por otra parte, no sorprende, pues los sentimientos de Alatriste sobre la realidad política y social española siguen siendo los mismos.

A bordo de la galera «La Mulata», Alatriste, y su fiel acompañante el joven Balboa, recorren la mayoría de los escenarios más destacados del Mediterráneo. El ejército español mantiene allí su control, a pesar de la escasez de medios, del constante avance de los turcos y de las periódicas incursiones de piratas ingleses.

Pérez-Reverte se aproxima a la realidad que se vivió en puntos tan estratégicos como Melilla, Orán, Cartagena, Nápoles…, ciudades con una singular mezcla de razas y donde se palpan las consecuencias del enfrentamiento con los moriscos y con los turcos. Hay mucha escena bélica, quizás más que en ninguna otra novela de la serie. Al igual que ya hiciera en  Cabo Trafalgar, sobre la derrota naval española contra los ingleses, Pérez-Reverte describe brillantes escenas, con las que, una vez más, quiere homenajear la actitud de muchos soldados anónimos que dieron su vida no se sabe muy bien por qué.

En esta ocasión, se echa en falta una intriga principal más clara (la novela son las sucesiones de batallas, abordajes, saqueos y enfrentamientos), para así enganchar mejor al lector. Vuelve a recrearse, quizás en exceso, en las aficiones de la soldadesca –juegos, bebida, peleas, prostitución…–, escenas con las que también quiere definir un singular estilo de vida, muy hispánico. Y cansan las numerosas digresiones históricas, excesivamente didácticas.

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