Cartas del Lago de Como

EUNSA.
Pamplona (2013).
119 págs. 12 €.
Traducción: Víctor Bazterrica.

TÍTULO ORIGINALBriefe vom Comer See

Según Alfonso López-Quintás, experto en su obra, Guardini no es propiamente un teólogo ni un filósofo, sino sobre todo un maestro, capaz de orientar, sin coacciones, y de ampliar horizontes. Tal vez por ello, lo más imperecedero de sus obras sean las cartas que escribió: tanto estas, publicadas en la década de los veinte del pasado siglo, como las ya clásicas sobre la formación de la persona, que para muchos han sido decisivas en su proceso de maduración intelectual.

Mucho antes de que comenzara la corriente contraria a la técnica, Guardini, de vuelta a su Italia natal, reflexiona sobre la naturaleza y el hombre, sin caer en predicciones apocalípticas. Frente a Alemania, embarcada en un violento proceso industrializador que rompe con el equilibrio, la Europa meridional, que no ha despegado aún técnicamente, representa para el pensador una armonía paradigmática en la que la mano del hombre no arruina lo natural, sino que lo acoge.

Pero ¿acaso el destino del hombre conduce a la oposición entre naturaleza y cultura?, se pregunta Guardini. Para la persona, la cultura constituye la forma humana de habitar el mundo. Más que oposición, hay entre ambas una correlación orgánica. La técnica premoderna no nacía del conocimiento exacto de las leyes naturales, sino de la experiencia auténtica que el artesano poseía de su regularidad. De ahí que no rompiera con el entorno, sino que lo acogiera con respeto.

La revolución científico-técnica ya no recibe el orden natural como un don, sino que lo disecciona y analiza como un objeto para apropiárselo. Es en ese contexto en el que surge la contradicción, junto con un proceso paulatino de distanciamiento entre lo natural y lo humano, cuya continuidad queda interrumpida con la aparición de lo artificial.

Así “nada puede madurar”, nos dice Guardini. El hombre queda extrañado por el artificio, que incluso puede independizarse del propio control humano. Para un lector moderno, las predicciones de Guardini parecen haberse cumplido en el desarrollo de la revolución tecnológica y el nacimiento de lo virtual.

Guardini, sin embargo, no moraliza; su reflexión es más profunda, casi metafísica. No alerta de los peligros de una técnica desatada, ni reivindica una vuelta al pasado, ni propone reacciones radicales. Cree que es importante que el hombre sea consciente de su época. Por ello, para evitar el destino bárbaro al que parece conducirnos el distanciamiento entre la naturaleza y la cultura, sugiere un cambio de actitud y una radicalización de la mentalidad técnica que la haga más humana, más natural y respetuosa. Al cabo de casi un siglo, estas cartas siguen dando que pensar.

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