El sugerente título de este libro es una metáfora de la postura que ha tomado su autor en el contexto educativo actual. Eduardo Infante es profesor de filosofía y en los últimos años ha escrito varios libros de divulgación para reivindicar el valor de la disciplina que enseña, así como su relevancia en la formación de los jóvenes. Tras Filosofía en la calle o Gastrosofía, una historia de la filosofía atípica, en este ensayo hace una crítica abierta a dos referencias de la juventud contemporánea: por un lado, los influencers que promueven el éxito sin esfuerzo, la virtud desvirtuada y felicidad reducida al consumismo; y por otro, los gurús de nuevos modelos pedagógicos centrados en la experiencia individual del alumno, la primacía de lo útil y eficaz. “Lo que ahora importa no es saber sino saber hacer, y ese saber hacer debe ser divertido porque si el sujeto se divierte, confundirá el ocio con el negocio y así trabajará más y mejor”.
Para mejorar la educación, Infante propone recurrir a los clásicos griegos y recuperar sus enseñanzas acerca de la virtud. Con un lenguaje ameno y asequible, expone la sabiduría clásica, su fuerza y belleza, con citas de Homero, Platón y Aristóteles.
¿A quién va dirigido este libro? A cualquier persona interesada por la educación de los jóvenes y del futuro de la sociedad. Se trata de un ensayo que espolea y hace reflexionar. Esa es en gran medida, como explica Infante, la vocación de la filosofía: “El arte de saber hacer buenas preguntas”. Lo plantea él mismo a través de cuenta de X (@Eduardo Infante) donde lanza con frecuencia #FiloRetos dirigidos a alumnos y seguidores. ¿Qué haría Sócrates si tuviera un móvil? ¿Cuál te gustaría que fuera tu epitafio?… son algunos de los interrogantes que plantea.
“Educar es enseñar a vivir dignamente, no es abandonar al alumno a cualquier forma de vida –menos aún a las más indignas: la del ignorante, el malvado o el infeliz–, sino elevarlo para que pueda experimentar una vida auténtica y plena”.
Las voces de estos clásicos eternos “comparten las virtudes del fuego: dan luz y calientan el corazón”, señala. También –podríamos añadir– sacuden la pasividad y acercan a la verdad más íntima sobre quién es el hombre y a qué grandeza se encuentra llamado.