La norteamericana Jessie Nelson debutó como directora y guionista hace diez años con Corina, Corina, y desarrolló con relativo éxito esa segunda faceta en películas como Quédate a mi lado e Historia de lo nuestro. Ahora, en Yo soy Sam, insiste en el melodrama familiar de cortantes perfiles, esta vez ayudada en el guión.
La película describe el drama de Sam, un fan de los Beatles, con la capacidad mental de un niño de siete años y que trabaja de camarero en un café. Su ordenada vida cambia radicalmente cuando se convierte en padre soltero de una niña, cuya madre una indigente desaparece al poco de dar a luz. De este modo, Sam y la niña viven como pueden hasta que ella cumple ocho años y supera por tanto la inteligencia de su padre. Entonces, por diversos equívocos lamentables, intervienen los poderes públicos y quitan a Sam la custodia de la niña. Para recuperarla, el hombre contratará a una agresiva y prestigiosa abogada, que es un verdadero desastre como esposa y como madre.
El guión contiene algunas situaciones forzadas y abusa en ocasiones del recurso a lo sensiblero, rozando peligrosamente el empalagoso tono de los telefilms de sobremesa. Sin embargo, al paso que critica acertadamente la adicción al trabajo, ofrece una bellísima visión del amor familiar, las relaciones padres-hijos, y la educación e integración social de las personas con discapacidades mentales; esto último mostrado además desde una perspectiva nada idealizada y bastante razonable. Estas ideas se llenan de hondura y emotividad gracias al excelente trabajo de todo el reparto, y especialmente del trío formado por la niña Dakota Fanning, Michelle Pfeiffer y Sean Penn, este último candidato al Oscar al mejor actor. La guinda la pone una espléndida banda sonora, plagada de canciones de los Beatles.
