El francés Philippe Lioret triunfa con un drama social de altura sobre el tema de la inmigración ilegal. Tras ganar dos galardones en el Festival de Gijón del pasado año, y alzarse con el Premio Lux del Parlamento Europeo, llega a nuestras pantallas esta sencilla historia de ficción que transpira honestidad por los cuatro costados.

Bilal es un kurdo de 17 años que ha huido de su país para encontrarse con su novia Mina, que está establecida con sus padres en Londres. Después de tres meses de fatigas llega a Calais, a un tiro de piedra de Gran Bretaña. Pero allí los controles policiales son infalibles y parece imposible cruzar como polizón. Así que decide aprender a nadar para cruzar el Canal de la Mancha. Entonces entra en escena el otro gran protagonista de la historia: un profesor de natación, al que el trato con Bilal le cambiará la vida.

La película, rodada con fuerza y a la vez con clasicismo, cuenta una historia muy dura de inmigración, pero -a diferencia de tantas películas- pone en primer término lo positivo de la condición humana y lo más noble de los personajes. Aunque la crítica al sistema policial es muy dura, también lo es hacia ciertas costumbres islámicas; pero lo más vertebrador del film es una historia de amor que merece entrar en los anales del cine por la puerta grande.

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