Una familia de Tokio

GÉNEROS,

PÚBLICOJóvenes

ESTRENO22/11/2013


Una versión de esta reseña se publicó en el servicio impreso 88/13

A sus 82 años, el director Yôji Yamada, discípulo de uno de los grandes maestros del cine, Yasujirô Ozu (1903-1963), ha hecho una película asombrosa. Lo que podría parecer un remake de la exquisita Cuentos de Tokio en su sesenta aniversario, es, más bien, una versión inspirada y bellísima que conserva las esencias de la cinta de Ozu pero está cocinada a la manera particular de Yamada, de forma que resulta sorprendente y apasionante.

Yamada es un director prolífico e incansable. Su reciente trilogía de samuráis (El ocaso del samurái, La espada oculta, Love and Honor) es verdaderamente brillante, pero en un espectador poco familiarizado con su cine cabría la duda de si Yamada sería tan diestro contando una historia cotidiana y urbana, ambientada en el Tokio actual. Allí viven los hijos y nietos de dos ancianos, que van a verlos desde una pequeña isla japonesa.

Esta película, aparentemente modesta y discreta, es una manifestación sublime del séptimo arte solo por el personaje de Noriko, una de las plasmaciones más hermosas del eterno femenino en la ficción audiovisual. Pero hay que añadir muchos logros más. Como la exquisita partitura musical de Joe Hisaichi, el gran compositor que colabora sistemáticamente con Hayao Miyazaki. Y la fotografía en color, acertadísima, de Masashi Chikamori reinventa el territorio emocional que Ozu había pintado en blanco y negro. En la parcela interpretativa, el acierto de Yamada es extraordinario: ciertamente el padre de Ozu es insuperable, pero las elecciones para los personajes de la abuela, de Noriko y del hijo pequeño son exquisitas, tanto como las interpretaciones.

Uno sale del cine flotando, fortificado en la convicción de que el mundo será maternocéntrico o no será, purificado de tanto ruido y banalidad… Y con ganas de volver a ver Cuentos de Tokio. Eso debe de querer el bueno de Yamada, que cierra los créditos con una dedicatoria expresa a su maestro.

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