Todos los hombres del rey

TÍTULO ORIGINAL All the Kings Men

DIRECCIÓN

GÉNEROS

Director y guionista: Steven Zaillian. Intérpretes: Sean Penn, Jude Law, Anthony Hopkins, Kate Winslet, Mark Ruffalo. 140 min. Jóvenes-adultos. (XDV)

Adaptación de la novela homónima de Robert Penn Warren de 1946, que ya había sido llevada al cine en 1949 por Robert Rossen en «El político» con excelentes resultados, entre los que se cuentan el Oscar a la mejor película. Aborda la nueva versión como director y guionista Steven Zaillian, quien ha demostrado poderío, sobre todo en el segundo oficio, en títulos como «En busca de Bobby Fischer» y «La lista de Schindler».

El film describe el ascenso político de Willie Stark, desde unos primeros tiempos en que es poco menos que un paleto con buenas intenciones de mejorar las cosas, hasta su mandato como gobernador del estado sureño de Luisiana. El punto de vista narrativo, al igual que en el libro, lo aporta Jack Burden, un periodista desprovisto de armas morales, que de cronista político de un diario pasa a convertirse en el hombre que hace gran parte del trabajo sucio a Stark.

La novela es voluminosa y compleja, de modo que hay que apuntar en el haber de Zaillian un guión trazado con tiralíneas, que incluye la mayoría de las subtramas del original. Resulta, por ejemplo, un acierto conservar el viaje nocturno para visitar al juez Irwin, que vertebra la historia. No obstante se echan en falta algunos pasajes -da la impresión de que han caído en el montaje-, principalmente el accidente del hijo de Stark, en el que Zaillian apuntaba un interesante paralelismo con la figura de Adam Stanton. En cualquier caso, queda clara la reflexión acerca de la corrupción política y de la divisa «el fin justifica los medios», tentaciones difíciles de resistir cuando se carece de asideros sólidos a los que agarrarse.

El correcto film desprende cierta frialdad, se asemeja a un cuerpo inanimado. Con un excelente diseño de producción, y uno de esos repartos que quitan el hipo, no despierta sin embargo demasiadas emociones. Da la sensación de que la película habría salido ganando con unos actores menos conocidos. Uno ve a Anthony Hopkins, y no puede menos de decirse «Ahí está Anthony Hopkins haciendo de juez Irwin», en vez de pensar «Ahí hay un juez teóricamente justo, con algún oscuro secreto en su pasado».

José María Aresté

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