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Ficción

Director: Cesc Gay. Guión: Cesc Gay, Tomás Aragay. Intérpretes: Eduard Fernández, Javier Cámara, Montse Germán, Carme Pla, Ágata Roca. 107 min. Adultos. (SD)

DIRECCIÓN

GÉNEROS

Con su cuarta película, el realizador catalán Cesc Gay (Barcelona, 1967) confirma que es un tipo interesante. De hecho, más que una buena película, «Ficción» es una película interesante. Gay plantea unas cuantas ideas muy jugosas a partir de un argumento mínimo: Alex, casado y con dos hijos, es un director de cine que para superar su crisis creativa y personal se va unos días a un pueblo perdido en el Pirineo. Allí conocerá a Mónica, una violinista que tras muchos vaivenes sentimentales trata de formar una familia. Después de compartir cenas, paseos y excursiones, los dos se sienten atraídos. Hasta aquí nada nuevo. Más original -sin ser nuevo- es el enfoque. «En el cine -señala Gay- normalmente se contaría la historia del infiel, del que vive una aventura, y en último caso del que rompe la familia. Yo cuento lo no vivido, lo que se reprime, lo que a menudo ni se cuenta».

En el fondo, lo que quiere contar Cesc Gay está muy lejos de un drama en clave de «Anna Karenina», «La edad de la inocencia» o «Breve encuentro». Gay no quiere contar la historia de una gran pasión amorosa no consumada sino la historia de una crisis «de andar por casa»; una crisis de madurez, de desencanto, de rutina… Algo muy de Rohmer, rodado a la manera de los cuentos estacionales del director francés, con quien comparte una buena dirección de actores y un uso muy inteligente de la naturaleza, como escenario de una crisis que se hace más patente cuando el urbanita de turno se queda sin cobertura y se ve envuelto por el silencio y la quietud.

Una de esas crisis de la que muchos tratan de salir echando borrón y cuenta nueva, deslumbrados por el brillo de la novedad, sin importar lo que se queda en el camino. Dice Gay que la película nació de su reflexión sobre la causa de «la disolución de tantas parejas a mi alrededor, qué modelo de familia hay que inventarse, qué debemos hacer para que no sea así», y que encontró la respuesta en «el sacrificio, en la renuncia a vivir otras historias». Sugerente. Como, en el clímax de la película, escuchar, en boca de Mónica, las razones de la pareja para no seguir adelante: «Tú siempre has sido así y yo he empezado a hacer las cosas bien».

Como ya ocurría con «En la ciudad», a su manera, Cesc Gay da un vistazo crítico -sin acidez, sin reproches, con un punto de condescendencia- a un montón de tópicos de la sociedad postmoderna, con un buen retrato de lo que podríamos llamar «sexualidad a la carta». Gay no dice que estén bien, tampoco dice que estén mal, simplemente dice que están. Frente a estos valores hay una visión positiva -aunque un tanto seca- de la familia, de los hijos y una alusión tan etérea como respetuosa a la religión católica.

El problema de «Ficción» es que el interesante planteamiento de arranque no llega a plasmarse con fuerza en la pantalla y, al final, las ideas que el director señala al hablar de su película llegan mucho más lejos que su plasmación. Los personajes no dicen lo que sienten pero el film tampoco acaba de decir lo que Gay pretende. Falla la narrativa visual, sobra artificio. El romance de Alex y Mónica, calzado desde la primera escena, es convencional y poco creíble, entre otras cosas porque el guión obliga a los personajes a mirar mucho, hablar muy poco y actuar casi nada. Tampoco ayuda a la credibilidad de la historia la reiteración de situaciones de tensión afectivo-sexual. Por otra parte, la cámara se demora mucho y está excesivamente presente restando muchos puntos al pretendido realismo que busca la película.

De todas formas, se nota que Cesc Gay -como Alex, su «alter ego» en «Ficción»- ha hecho la película que quería, una película que, sin hacer diana en la forma, tiene un discurso argumental muy superior a otros títulos nacionales.

Ana Sánchez de la Nieta

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