La ciudad perdida

TÍTULO ORIGINAL The Lost City

DIRECCIÓN

GÉNEROS

Director: Andy Garcia. Guión: Guillermo Cabrera Infante. Intérpretes: Andy Garcia, Bill Murray, Inés Sastre, Dustin Hoffman, Steven Bauer. 143 min. Jóvenes. (VSD)

La Habana, a finales de los años 50 del siglo pasado. Los Fellove son una familia burguesa que se divide ante la situación política que ha provocado la dictadura de Batista. Don Federico, prestigioso profesor de Derecho, confía en una evolución pacífica hacia la democracia. Pero sus hijos menores, Ricardo y Luis, apoyan, cada uno a su manera, el movimiento revolucionario liderado por Fidel Castro y el Che Guevara. Y en medio se encuentra el hijo mayor, Fico, dueño del cabaret El Trópico, que intenta mantener una postura apolítica, mientras se juega el tipo por unos y por otros.

Ciertamente, Garcia se alarga demasiado, no controla del todo la progresión dramática del filme -que fluctúa en exceso-, permite varios diálogos demasiado artificiales y abusa esporádicamente del recurso a la música como símbolo. Pero también es verdad que aprovecha al máximo el guión original de Cabrera Infante -de gran calidad literaria- y los limitados recursos técnicos con que ha contado. Garcia ofrece un retrato atractivo y ponderado de La Habana de finales de los 50, y de los diversos especímenes que pululaban por ella.

Algunos han criticado el tono casi grotesco con que la película dibuja al dictador Batista y sus sicarios, así como al mitificado Che Guevara. Pero, en realidad, la brutalidad y extravagancia de esos personajes está muy bien documentada. Entre esos extremos, más bien anecdóticos, la película desarrolla una reflexión serena, sincera y sentida sobre la insostenible desigualdad social que existía en Cuba, la ambigua influencia de Estados Unidos -muy bien representada por el mafioso Meyer Lansky (Dustin Hoffman) y por el sarcástico cómico sin nombre (Bill Murray)-, el papel vital que desempeñó la clase media en la caída de Batista y, finalmente, el trágico engaño de la revolución castrista.

Todo ello, lo articula hábilmente el guión a través de una historia de amor imposible, con homenajes evidentes a «Casablanca» y «Dr. Zhivago», y lo desarrolla Garcia a través de una sólida dirección de actores y a través de una puesta en escena que se esfuerza constantemente en sacar la máxima expresividad a cada encuadre, a cada movimiento de cámara, a cada montaje paralelo, a cada inserto documental -alguno espeluznante-, a cada contrapunto onírico-musical de las más de 40 canciones que componen la banda sonora. No siempre consigue sus propósitos; pero se agradece el afán de Garcia por implicar al espectador en la historia, conmoverle con la música cubana y hacerle pensar con sus certeras reflexiones políticas y sociales, que siempre intentan ponerse en la piel de cada uno de los personajes, incluso de los más inhumanos.

Jerónimo José Martín

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