Ambientada a comienzos del siglo XX, Train Dreams sigue la vida de Robert Grainier, un trabajador ferroviario que se enfrenta a la dureza del progreso del ferrocarril y al dolor de la propia tragedia personal.
La película adapta la premiada novela breve de Denis Johnson del mismo nombre y despliega una maravilla visual de tipo western que pide pantalla grande en su apuesta contemplativa, muy influenciada por Terrence Malick.
El relato adopta la forma de cuento clásico, con voz en off y que incorpora, en momentos puntuales, un humor irónico con ecos de Wes Anderson. La propuesta narrativa pierde algo de su originalidad inicial hacia la segunda mitad de la película, pero Sueños de trenes permanece como un retrato delicado sobre la belleza de las vidas discretas.
El mérito se puede atribuir en gran parte a la interpretación de un impecable Joel Edgerton, cuya hondura y sensibilidad sostienen todo el viaje íntimo de la película, y dan credibilidad al drama que define la vida del personaje.