Director: Jonathan Kaplan. Intérpretes. Michelle Pfeiffer, Dennis Haysbert, Stephanie McFadden.
Tras el éxito de JFK, parece que se ha puesto de moda en el cine norteamericano evocar el idealismo de la era Kennedy como materia de análisis. Por encima de todo parte precisamente del asesinato del presidente en Dallas en noviembre de 1963.
En la ciudad tejana habita Lurene Hallett (Michelle Pfeiffer), una ingenua peluquera, ferviente admiradora de la familia Kennedy, que vive traumada por la reciente muerte de su bebé y por la desidia de su marido (Brian Kerwin), un perfecto imbécil. Profundamente afectada por el asesinato del presidente -al que fue a saludar al aeropuerto Love Field, del que toma el nombre la película-, Lurene se embarca en un autobús rumbo a Washington, para asistir al entierro de JFK. Durante el accidentado viaje, su destino se cruza con el de un misterioso hombre de color (Dennis Haysbert), que regresa al hogar con su temerosa hija de seis años.
Lo mejor de esta sencilla película es la portentosa interpretación de Michelle Pfeiffer, que le valió el Oso de Plata a la mejor actriz en el pasado Festival de Berlín y la candidatura al Oscar. Además, está muy bien secundada por el casi desconocido Dennis Haysbert. También cabe destacar el brillante trabajo de ambientación de Mark Freborn, la banda sonora del veterano Jerry Goldsmith y el guión de Jon Ross, que ensambla hábilmente romance, thriller, intriga y comedia de enredo en una sólida estructura de road-movie.
Menos elogios merece la realización de Jonathan Kaplan (Proyecto X, Acusados), correcta, aunque un poco plana y con ciertas caídas narrativas. En todo caso, y dentro de un tono a veces un poco amoral, resultan simpáticos y no muy maniqueos su alegato contra el racismo, su mirada irónica al sentimentalismo de ciertos norteamericanos -en el fondo, se describe la maduración de una mujer buena pero inestable- y su análisis de cómo los grandes acontecimientos influyen en los destinos de la gente corriente.
Jerónimo José Martín