Planes de boda

TÍTULO ORIGINAL The Wedding Planner

DIRECCIÓN

GÉNEROS

Director: Adam Shankman. Guión: Pamela Falk y Michael Ellis. Intérpretes: Jennifer Lopez, Matthew McConaughey, Bridgette Wilson, Justin Chambers, Judy Greer. 104 min. Jóvenes.

«La comedia es cuestión de timing», sentenciaba Blake Edwards en una entrevista televisiva reciente, ilustrada con divertidos cortes de El guateque. Edwards exagera y simplifica, como todo director veterano que se precie. La comedia es cuestión de timing… y de veintisiete cosas más. Conseguir una buena comedia romántica es bastante complicado y, en los últimos años, todas las películas del género han sido banderilleadas al someterse a una crítica medianamente ecuánime.

The Wedding Planner (la experta en bodas, traduciría yo) arranca de forma poderosa, con una presentación impecable, ágil, simpática y prometedora. Algo así como la magistral apertura de la irregular Mentiras arriesgadas, de James Cameron, que sirve para presentar al protagonista en traje de faena, en el día a día de su trabajo. Jennifer Lopez, la eficiente y pulcra organizadora de bodas, está radiante, suelta y vivaracha, en el fondo dispuesta al falling in love que, como Dios manda, tiene que surgir de modo casual, y apuntar hacia la persona menos indicada. La elegancia horterilla de la puesta en escena, la música y la fluidez del montaje presagian un buen chaparrón romántico de intensidad directamente proporcional a las dificultades que la vida y los enamorados ponen al amor a primera vista. Llevamos treinta minutos de película y la cosa -de un buen gusto infrecuente- va sobre ruedas, a pesar del espantoso tinte del pelo de McConaughey.

De pronto, como en los toros, el público empieza a sacar los bocadillos, y el papel Albal desconcentra al diestro, que se afana por sacar adelante a un toro cojo, que inicialmente embestía con fuerza. El toro, la película, cojea, porque se han pasado en la suerte de varas. El resto de la faena, excesivamente larga y empalagosa -104 minutos que deberían ser 90- es puro y previsible oficio, con los habituales aires a anuncio y sitcom, que duelen un poco más cuando se piensa la película tan redonda que habría quedado si aciertan a dibujar mejor los obstáculos para que la chica pueda casarse con el chico. Una pena, porque había materiales para una tarde memorable.

Por supuesto, para los obtusos tontillos recurrentes de casi siempre, The Wedding Planner blandea porque le falta sexo. A otro perro con ese hueso.

Alberto Fijo

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