Para el cine, África ya no es solo un decorado

Análisis

GÉNEROS

Nairobi. La idea que Hollywood tiene de África ha sido fundamentalmente de cómic. En realidad, la mayoría de la gente se ha formado su idea de África de las películas, o de las más sensacionales noticias de la televisión. África es Tarzán en la selva; safaris y planicies -y caza, hasta que se ha convertido en algo políticamente incorrecto-; las minas del rey Salomón e Indiana Jones; blancos mimados y sus asuntos románticos en las montañas de Kenia; y zonas prohibidas en guerra. Y poco más.

A finales de los ochenta, cuando aún imperaba el «apartheid», Sudáfrica se convirtió en el marco preferido, y «Grita libertad» (1987), «La potencia de uno» (1992) y «Una árida estación blanca» (1989) triunfaron en las pantallas de todo el mundo. Las dos primeras denunciaban la maldad del sistema, mientras la tercera elaboraba un mensaje más positivo: que la armonía racial y la integración pueden funcionar, mientras el principal problema parecía estar entre boers y británicos. Pero todas ellas fueron realizadas desde un punto de vista ajeno, sin la empatía y la perspicacia que podría haber aportado una mirada africana. Recientemente, comienzan a despuntar películas hechas por africanos o con perspectiva africana

Sudáfrica vista por africanos

La población africana ha dejado de ser el telón de fondo (los extras, el camarero, el vigilante nocturno o el campesino saludando a su jefe blanco con un «¡Yambo, buana!») para convertirse en protagonistas de pleno derecho. Aunque, incluso en esas películas, los actores principales eran extranjeros: Steve Biko en «Grita libertad» fue interpretado por el estadounidense Denzel Washington.

Tras la caída del «apartheid», Darrell James Roodt, nativo de Sudáfrica, rodó «Sarafina!» (1992), el musical basado en el boicot de la escuela de Soweto, con la actriz estadounidense Whoopi Goldberg, para vender la película en el extranjero, y «Llanto por la tierra amada» (ver Aceprensa 78/97), adaptación del libro de Alan Paton, sobre una tragedia compartida que une a un pastor anglicano negro y un agricultor blanco, con James Earl Jones y Richard Harris en los papeles principales. Ambas películas contaron con actores del país y ganaron en autenticidad.

Sudáfrica es todavía noticia cinematográfica mundial con el éxito de crítica de la ganadora del Oscar «Tsotsi» (ver Aceprensa 36/06), sobre el líder de una banda en Soweto, interpretado por Presley Chweneyagae, que cuida de un bebé que secuestra accidentalmente al robar un coche, con guión basado en la novela del conocido dramaturgo Athol Fugard. La experiencia del «tsotsi» (maleante) recuerda a los miles de niños de la calle -llamados «chokaras» en Kenia- que llenan las grandes ciudades del mundo en desarrollo. Directores y actores son de Sudáfrica, y demuestran que una producción hecha en casa puede resultar brillante, profesional y tan buena como algunas de las mejores, sin necesidad de contar con las estrellas de Hollywood.

Personajes principales norteamericanos

Quizá con la desaparición del género de espías, otros temas, como los «thrillers» de acción basados en golpes de estado, países en quiebra o explotación de minas ocuparán su lugar. «Black Hawk derribado» (ver Aceprensa 36/02) fue ambientada en Mogadiscio, la capital de Somalia, pero podría haberlo estado en cualquier otro lugar. Un fracasado intento de poner orden en la anarquía. Es una pena que los habitantes de Mogadiscio no parecieran somalíes. No todos los negros tienen rasgos como si fuesen de Harlem o del Bronx. De hecho, los somalíes no son negros: son cusitas de piel cobriza, con cuerpos esbeltos y rostro ovalado.

«Lágrimas del sol» (ver Aceprensa 163/03), sobre el rescate en Camerún de misioneros norteamericanos y refugiados, uno de los cuales resulta ser hijo del asesinado presidente de Nigeria, contaba con momentos intensos, pero los rescatadores americanos y la enfermera eran los personajes principales, y el centro de la escena estaba ocupado por sus problemas emocionales y personales. «El señor de la guerra» (ver Aceprensa 69/06), sobre tráfico de armas en África occidental, y «Diamantes de sangre»(reseñada en este servicio), sobre el comercio ilegal de diamantes, impactantes como sus mensajes, tienen el toque hollywoodiense, por lo que retratan tipos más que personas.

Dos éxitos

Sin embargo, «Hotel Rwanda» (ver Aceprensa 23/05) suena más genuina. Aparte de Don Cheadle, el director del hotel, que durante el genocidio decide salvar no sólo a su propia familia, sino al mayor número de tutsis posible, y Nick Nolte y Joaquin Phoenix con papeles relativamente más pequeños, domina el reparto africano. Parece un gran paso adelante. Una película seria, sobre unos hechos profundamente trágicos que sobrecogieron al mundo, hecha por un director que conoce África, sus gentes, sus problemas y reacciones, y representada con un amplio reparto sudafricano.

Aunque realizada desde el punto de vista de un alemán, «En un lugar de África» (ver Aceprensa 78/03), Oscar 2002 a la mejor película de habla no inglesa, es creíble e interesante. Destaca por la sensibilidad de la directora, Caroline Link, su trasfondo psicológico, el contexto histórico y la compresión de las gentes del lugar, de sus costumbres, así como por su carencia de melodramatismo.

La experiencia de Fernando Meirelles en la realización de la película brasileña «Ciudad de Dios» (ver Aceprensa 15/03) fue evidente en «El jardinero fiel» (ver Aceprensa 52/05), ambientada fundamentalmente en los barrios de clase alta de Nairobi y en el suburbio más grande de la ciudad, Kibera. La principal crítica que recibió la película entre los amantes del cine de Nairobi fue que las escenas del suburbio no deberían haberse mostrado porque daban una impresión negativa. Nadie la criticó por su falta de autenticidad, sin embargo.

Meirelles captó el aroma de esa barriada, con su miseria y colorido, su vitalidad y la tragedia -especialmente la difusión del sida y los huérfanos que ha dejado-; desde su humor y su crudeza, hasta la música de fondo, una evocadora canción del pueblo luo, el grupo étnico más numeroso en Kibera.

El mayor elogio que Meirelles y los productores podrían haber recibido fue la aprobación de todo corazón de los mismos habitantes de Kibera, cuando un grupo invitado para la ocasión la vio. «¡Es justo como la realidad!», dijeron. ¿De cuántas películas hechas en África podría decirse eso?

Mina de actores de talento

África es una mina de actores de talento, aún por explotar. Gracias a la larga experiencia en la transmisión oral de sus tradiciones, los africanos no se muestran tímidos ante la cámara ni les asusta hablar en público. En este continente donde la tecnología es aún incipiente, la comunicación oral sigue siendo un arte. África es además rica en historias, no solo las que los guionistas norteamericanos creen que gustarían al público, sino también otras muchas -trágicas, divertidas o maravillosamente humanas- de todos los rincones del continente. Y tiene una joven generación de escritores creativos, capaces de escribir guiones que llegan al corazón. Lo que falta son recursos económicos y comerciales.

Nigeria es el Bollywood de África, que produce principalmente telecomedias y «thrillers». Sus películas se difunden por todo el continente, sobre todo en vídeo o DVD, pero no pueden competir, ni en calidad ni en ventas, con las buenas producciones de los países desarrollados. De todas formas, es un fenómeno importante.

Las grandes productoras harían bien en explotar la mina de actores, guionistas y aun directores africanos, para trabajar con ellos y promoverlos, como ya han empezado a hacer en Sudáfrica. Así llegará más pronto el día en que África tenga una industria cinematográfica fuerte e independiente, como corresponde a su potencial.

Martyn Drakard

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