Osama

Director y guionista: Siddiq Barmak. Intérpretes: Marina Golbahari, Arif Herati, Zubaida Sahar, Gol Rahman Ghorbandi, Mohamad Haref Harati, Mohamad Nader Khadjeh, Khwaja Nader, Hamida Refah. 82 min. Jóvenes.

DIRECCIÓN

GÉNEROS

El Afganistán de los talibán y los burkas. Una familia compuesta sólo por mujeres, los hombres cayeron en la guerra: la abuela, la madre y una niña. Su situación es en extremo precaria. Hacen lo que pueden para ganarse la vida, pero a sus muchas penurias se añade la de su condición femenina en un país donde la mujer no tiene derechos. Por si fuera poco, al ser mujeres no pueden salir a la calle solas en desplazamientos largos, deben ir acompañadas siempre de un varón. Una vez, se puede pedir el favor a un pariente. Y dos, y tres, pero… ¿Qué solución se podría buscar, más duradera, para poder moverse con libertad y ganarse así el pan? La única idea es disfrazar a la niña de chico, para que sirva de «escolta». La cosa funciona bien… al principio. Porque cuando «Osama» (el nombre masculino adoptado en el plan de camuflaje) es requerido para acudir a la escuela islámica y participar en actividades vedadas a la mujer, se introducirá en una espiral cada vez más peligrosa.

Como muchas películas iraníes (no ciertamente las más alambicadas de Abbas Kiarostami), este título afgano prima la sencillez en la exposición narrativa. Siddiq Barmak, que ha podido rodar con relativa libertad después de la caída del régimen de los talibán en su país, se esfuerza (y lo consigue) por describir un drama familiar, desencadenado en el seno de una sociedad en la que impera el fanatismo. Más cuando la discriminación se ejerce en el nombre de Alá. El director y guionista describe bien la inevitable muerte prematura de la inocencia infantil, pues la niña se ve obligada a moverse según unos parámetros que no entiende, que no puede entender: las recriminaciones de la familia por no saber acomodarse a «las reglas del juego», la asistencia a la escuela con las burlas de los compañeros por ser «diferente», la descolocan. En esa atmósfera hostil encontrará la complicidad de un compañero, que inicialmente la rechazaba, pero que sabe caer en la cuenta del sufrimiento de Osama. La escena de la subida a un árbol, y la de las abluciones, son bien elocuentes al respecto. Los actores, no profesionales, se mueven con enorme naturalidad.

No existe casi espacio para el optimismo en el film de Barmak, Mención Especial a la Cámara de Oro en Cannes y Espiga de Oro en Valladolid. Sí, describe emociones sencillas, y algunos comportamientos generosos, pero dentro de un marco más amplio que asfixia. El rostro menos amable del Islam asoma casi todo el tiempo, hasta llegar al deprimente final, al que hay que agradecer su sobriedad, y que viene a preguntar al espectador si es mejor morir o ser enterrado en vida.

José María Aresté

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