Mi mapa del mundo

TÍTULO ORIGINAL A Map of the World

DIRECCIÓN

GÉNEROS

Director: Scott Elliott. Guión: Peter Hedges y Polly Platt. Intérpretes: Sigourney Weaver, Julianne Moore, David Strahairn, Arliss Howard, Chloë Sevigny, Louise Fletcher. 125 min. Adultos.

Alice Goodwin es madre de familia, con dos hijos. Quiere a su marido, granjero en una localidad del Medio Oeste. Su trabajo como enfermera en una escuela marcha estupendamente. Aunque la integración de los Goodwin no es completa en el cerrado medio rural, su amistad con una familia vecina les ayuda mucho. Un día, los hijos de esta familia quedan al cuidado de Alice. Los niños están deseando bañarse en un río cercano, Alice está muy atareada con las cosas de la casa. Un despiste, y uno de los niños de la familia amiga se ahoga. La desgracia enfría las relaciones de amistad, y también las de Alice y su esposo. Por si fuera poca desgracia, ella sufre en la escuela una acusación injusta: abusos sexuales a un niño.

Scott Elliott, procedente del mundo del teatro, debuta tras la cámara con una complicada historia, adaptación de una novela de Jane Hamilton. El film trata de mostrar cómo las composiciones de lugar que nos hacemos los hombres -nuestro mapa del mundo- pueden verse fácilmente desbaratadas porque no podemos controlar todo lo que sucede a nuestro alrededor. El director reconoce que le gusta ver en su personaje protagonista, Alice, a la célebre niña protagonista de Alicia en el país de las maravillas que, sin comerlo ni beberlo, se ve introducida en un mundo fantástico cuyas reglas no entiende.

El film cuenta con muchos elementos atractivos. Personajes de entidad, bien dibujados; se nota que Elliott ha cuidado el trabajo con los actores, y Sigourney Weaver, Julianne Moore y David Strahairn llenan de humanidad a sus personajes. Exploración de temas como el sentido del dolor, donde no se obvian los padecimientos que comporta, ni su contribución al crecimiento de la persona. Consideraciones hondas sobre la maternidad, los sacrificios que conlleva y sus satisfacciones. Manojo de sentimientos enmarañados al enrarecerse las relaciones, con la consiguiente tentación de buscar consuelos que es imposible que satisfagan. Hay escenas muy bien resueltas, como la de apertura, una cámara subjetiva que nos muestra a una Alice desbordada por las tareas domésticas, mientras su marido hace… ¡nada!

Por todo lo dicho da pena que Elliott no acabe de redondear su film. En su desarrollo hay una excesiva acumulación de desgracias, y el director no ha sabido encontrar el equilibrio para que no se note. Habrían hecho falta más momentos de desahogo, quizá, para aumentar la credibilidad de este digno film.

José María Aresté

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