Mad Men

TÍTULO ORIGINAL Mad Men

PRODUCCIÓN Estados Unidos - 2007

DURACIÓN 47 min.

CREADORES

GÉNEROS

PÚBLICOAdultos

CLASIFICACIÓNLenguaje soez, Sexo

ESTRENO19/07/2007

Con 4 Globos de Oro y 10 premios Emmy, Mad Men es una de las series dramáticas más importantes de los últimos años. Acaba de ganar el Emmy en categoría drama por cuarta vez consecutiva.

Sin gozar del apoyo de las grandes campañas de promoción de series como Prison Break, Perdidos o The Pacific, Mad Men es probablemente la serie más unánimemente alabada por la crítica y una de las favoritas de un sector no mayoritario pero selecto, de cierto nivel económico y cultural. Su creador Mathew Weiner (escritor de la quinta y sexta temporada de Los Soprano), acaba de confirmar que la serie tendrá dos temporadas más de las que ya han sido emitidas en Estados Unidos (o sea llegará, y en principio finalizará, en la 6ª temporada).

Mad Men recrea con un minimalismo muy documentado la vida de los “hombres locos de Madison Avenue” (juego de palabras del título de la serie) en los años 60. El idealismo de Kennedy, la muerte de Marilyn, la guerra de Vietnam, Martin Luther King, la revolución sexual, el feminismo … Todo ello conforma un telón de fondo en el que el sueño americano se muestra de una manera cruel y certera a través de la vida en una poderosa agencia de publicidad.

No es casualidad que en la serie se citen incontables referencias cinematográficas del cine clásico (películas como El apartamento, Casablanca y La barrera invisible; actores como Bette Davis, John Wayne y Audrey Hepburn). De hecho, AMC era una cadena minoritaria dedicada al cine clásico hasta que decidió apostar por Mad Men, una decisión que le ha llevado a ser la principal competidora de la cadena norteamericana HBO (que, por cierto, no quiso comprar los derechos de la serie cuando Weiner les ofreció inicialmente el producto).

Cada uno de los personajes queda definido con múltiples matices heredados no sólo del cine clásico sino también de la mejor narrativa norteamericana

Referencias al cine clásico

Dice Mathew Weiner: “Cuando vi El apartamento de Billy Wilder, me di cuenta que esa época y su pensamiento me hablaban directamente. Una América que se jactaba del éxito y que sin embargo era muy insegura. Los hombres parecían recién salidos de una jaula, muchos tras haber sobrevivido a la guerra, y las mujeres se debatían entre lo que se esperaba de ellas o seguir su propio camino. Tras la experiencia única de leer El sexo y la mujer soltera de Helen Gurley Brown y La mística femenina de Betty Friedan en la misma semana, me di cuenta de que los hombres de verdad tenían todo el poder, y las mujeres estaban imaginando qué hacer con esa información”.

Los títulos de crédito de Mad Men resumen este interés por el cine clásico. El diseño en dibujos animados recuerda a los míticos créditos del maestro Saul Bass (Anatomía de un asesinato, Vértigo, West Side Story). Un ser anónimo (apenas una silueta negra), llega a su imponente despacho, deja su maletín en el suelo y todo se desvanece. Se caen los cuadros, el suelo y el protagonista va cayendo edificio abajo mientras ve las marquesinas publicitarias que decoran Madison Avenue. Cuando parece que va a terminar la caída, la imagen se funde con un plano que veremos con frecuencia en la serie: la silueta de espaldas del protagonista sentado en un sillón, relajado, con la mano extendida sujetando una copa o un cigarrillo mirando al frente. Uno de esos momentos de reflexión en el que el personaje se pregunta hacia dónde va una vida que permanece en un constante equilibrio inestable.

El sueño americano se muestra de una manera cruel y certera a través de la vida en una poderosa agencia de publicidad

En estos títulos de crédito se perciben claras referencias al cine de Hitchcock (la presentación de Cary Grant en Encadenados, de espaldas y fumando; los imponentes edificios modernos de Con la muerte en los talones; el sentido metafórico de la caída en Vértigo o Recuerda).

El humo ciega tus ojos

Otro elemento fundamental de la serie es la presencia abrumadora del alcohol y el tabaco. En Mad Men todo el mundo bebe y fuma como Bogart y Bacall en las películas del cine negro; mucho más, tanto, que uno se pregunta cuántos protagonistas morirán de cirrosis o de cáncer de pulmón a partir de la quinta temporada… Es una manera de mostrar el vacío de unas vidas que necesitan alcohol y una burbuja de humo que les proteja de un mundo caníbal en el que lo único que importa es el éxito y el placer instantáneo.

En este sentido, el protagonista de la serie, Don Draper (magníficamente interpretado por Jon Hamm, un actor de 40 años y 1,84 de estatura), es un personaje cuya sonrisa y aspecto inmaculado esconden un mundo lleno de dudas y demonios. Todos quieren ser como Don: un líder creativo, rico, casado con un clon de Grace Kelly (interpretada por la actriz January Jones), con una casa perfecta con jardín, tres niños felices…

El retrato de la sociedad de los publicistas de los años 60 resulta un tanto anacrónico. No acaba de resultar creíble la falta tan abrumadora de moralidad

Sin embargo, tanto en la vida de Don como en la del resto de los hombres y mujeres de Madison la realidad es peor que el retrato de Dorian Gray. Esclavos de sus clientes, maniatados por su propia lujuria y creciente ambición, cada uno de los personajes queda brillantemente definido con múltiples matices heredados no sólo del cine clásico sino también de la mejor narrativa norteamericana que va de Steinbeck a Chandler, pasando por Faulkner y Dos Passos hasta llegar a Raymond Carver.

Peggy Olson, el personaje contrapeso de Draper –interpretado con gran solvencia por Elizabeth Moss, una actriz que recuerda a Jodie Foster– es un magnífico ejemplo de la calidad de escritura del guión, de su forma de hacer evolucionar a un reparto muy completo, que es fruto de un casting certero.

Atractivo visual

Como el buen vino o el tabaco de calidad, la serie necesita ser degustada con pausa. No hay persecuciones, ni grandes explosiones, ni siquiera finales en el momento de mayor suspense. Todo lo contrario, cada capítulo finaliza con una canción de la época en off y un personaje en silencio sentado en una escalera, mirando por la ventana o despierto en la madrugada intentando dar algo de significado a su acelerada, estresante y superficial vida.

Visualmente la serie es intachable, con un uso del color que favorece los tonos llamativos de ellas y la elegancia enchaquetada de ellos, los muebles y espacios vacíos de sus grandes despachos… La cámara se mueve lentamente y permanece fija intentando desaparecer para que el espectador entre de lleno en la historia.

El retrato de la sociedad de los publicistas de los años 60 resulta un tanto anacrónico. No acaba de resultar creíble la falta tan abrumadora de moralidad: relaciones prematrimoniales múltiples, infidelidades permanentes, carencia casi absoluta de sentido religioso, permisividad con las drogas, aceptación de la homosexualidad como algo totalmente natural. Además en lo que refiere a la sexualidad la serie es demasiado recurrente, con su insistencia en una misma idea: la animalización que provoca la trivialización de las relaciones íntimas, que dejan de ser personales para convertirse en rutinarias y amargas decepciones.

Aún así, la serie está muy medida y equilibrada. Sin ser una crítica despiadada a las principales realidades sociológicas como el ascenso del feminismo, la llegada del divorcio y el aborto, la aparición de la clase media, etc., tampoco es una defensa a ultranza del american way of life.

Más bien la serie deja al espectador que adopte una actitud crítica ante una sociedad tan aparentemente perfecta y esencialmente infeliz. Y lo hace con un discurso poliédrico, con unas frases que se quedan grabadas en la mente. “Tengo una vida y sólo avanza hacia una dirección… hacia delante”. “No ha pasado nada ¿vale? Te asombraría la cantidad de veces que no pasa nada” “He estado mirando toda mi vida, está ahí. Y no paro de rascar para conseguir meterme en él… pero no puedo”.

Interpretaciones complejas

Todas estas virtudes quedan subrayadas por unas interpretaciones complejísimas ya que los personajes se pasan la mayor parte del tiempo fingiendo. Pero cuando estalla lo que llevan dentro cambian totalmente de registro interpretativo. Sucede como en el mejor cine oriental en el que, después de haber definido la superficie de las cosas, un personaje no puede contener el turbulento mundo interior que lleva silenciando demasiado tiempo. Son esos momentos los que hacen que la serie tenga un recorrido muy largo, una humanidad que hace atractivos a los personajes en su profunda vulnerabilidad y frustrado anhelo de felicidad.

Por último, hay que reconocer que la serie está doblada al español magistralmente. Llevo años afirmando que la versión original es fundamental en el buen cine; sin embargo, en esta serie la traducción no sólo mantiene los matices de las voces originales, sino que en mi opinión en algunos casos (como el matrimonio Draper o el personaje de Peggy), el doblaje amplia la variedad de registros dramáticos.

Tendremos que esperar al inicio del año 2012 (fecha en que está previsto el estreno de la 5ª temporada) para ver si la serie mantiene el listón de calidad, e incluso reduce sus pequeñas limitaciones anteriormente citadas.

Contenido exclusivo para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.

Funcionalidad exclusiva para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta para poder comentar. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.