Las niñas

GÉNEROS

PÚBLICOAdultos

CLASIFICACIÓNLenguaje soez, Sensualidad

ESTRENO04/09/2020

Dice Pilar Palomero que Las niñas, su ópera prima, no es una película contra los colegios de monjas, sino una mirada a comienzos de los noventa y a cómo era entonces la vida. Estoy de acuerdo con esa afirmación de la realizadora y, sin embargo, es fácil concluir que se trata de otra película más que culpa a la educación católica de parte de los males del universo.

Las niñas, a mi juicio, no es maniquea; lo que pasa es que Palomero nos cuenta la historia desde los ojos de Celia, una preadolescente estupendamente interpretada por Andrea Fandos, cuyo mundo se circunscribe al colegio y al grupo de amigas, y todo transcurre entre aulas, pasillos y monjas. Visto desde 2020, ese ambiente que entonces era perfectamente normal, se lee como una rareza extraña y opresiva.

Aquella sociedad tenía, como todas, virtudes y defectos, y algunas de las cosas que la película refleja son rigurosamente ciertas: por ejemplo, las escasas explicaciones que se daban acerca de cuestiones tan importantes para una adolescente, como la sexualidad o la existencia de Dios, o la relación excesivamente jerárquica que distanciaba a alumnos y educadores, y a padres e hijos, o la terrible injustica que podía suponer que un error de juventud abocara al destierro social.

Palomero nos cuenta todo eso con un ritmo lento, contemplativo, y deja que el espectador indague en sus propios recuerdos y verifique. Se ayuda para eso de un estupendo diseño de producción que a algunos nos ha hecho recuperar de la memoria objetos y situaciones que habíamos perdido. Solo por ese revival merece la pena ver Las niñas.

Pero, además, si se ve el filme con algo de sentido crítico hacia el presente, se puede concluir que las lacras que esa sociedad tenía, y que afortunadamente hoy están superadas, se repiten a la inversa en la actualidad. Pensemos, por ejemplo, en la facilidad para dar por supuesta en la educación la no existencia de Dios, o en la ausencia de aprecio a cualquier jerarquía, o la permisividad sexual que ya cosecha abundantes víctimas. No estoy tan segura de que no vayamos a ser, en breve, juzgados por esto.

Ya he dicho que Andrea Fandos hace un grandísimo trabajo. El acierto de casting es indudable, tanto para ella como para todo el grupo de adolescentes que la acompaña. Natalia de Molina, en el papel de madre de Andrea, está también magnífica, pero esto no es una sorpresa.

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