La revolución silenciosa

GÉNEROS,

PÚBLICOJóvenes-adultos

ESTRENO20/07/2018

Después de rodar en 2016 El caso Fritz Bauer, sobre el fiscal general del Land de Hesse que investigó el paradero de Adolf Eichmann e inició los procesos de Auschwitz, el director alemán Lars Kraume vuelve, con La revolución silenciosa, al cine político para narrar unos hechos acaecidos en 1956 cerca de Berlín, en la antigua República Democrática Alemana (RDA).

El 23 de octubre de 1956 se produce en Budapest una manifestación de estudiantes a favor de la libertad de expresión; reivindican elecciones libres, la salida de Hungría del Pacto de Varsovia y la retirada de las tropas soviéticas. Si bien el nuevo ministro-presidente Imre Nagy convoca el 1 de noviembre elecciones libres con varios partidos, tres días más tarde las tropas soviéticas reprimen las reformas con tanques: fallecieron 2.500 personas; unas 210.000 consiguieron ir al exilio.

En la RDA, como en todo el bloque soviético, este alzamiento popular fue calificado de “contrarrevolución”. Sin embargo —y aquí es donde comienza La revolución silenciosa—, para los estudiantes de último curso de bachillerato en Storkow, una pequeña ciudad próxima a Berlín, el alzamiento húngaro tuvo un efecto secundario de consideración. Al oír en la RIAS –la radio del sector norteamericano de Berlín Oeste– que entre los muertos se encontraba también su ídolo, el futbolista Ferenc Puskas (una falsa noticia: Puskas lograría huir de Hungría y se convertiría en uno de los pilares del Real Madrid de las cinco Copas de Europa), deciden protestar, el 29 de octubre, con un minuto de silencio en clase. El director de la escuela quita importancia al incidente, pero este llega a oídos del Partido, y el ministro de Educación toma cartas en el asunto: amenaza con expulsarles de la escuela e impedir que obtengan el título de bachillerato en toda la RDA.

Especial presión sufre Dietrich Garstka (que en la película se llama Kurt), quien a raíz de esos acontecimientos huyó a Alemania occidental y, en 2006, publicó las memorias sobre las que se basa el guion de La revolución silenciosa. Aunque se trata de un filme coral, por motivos dramatúrgicos se centra —además de en Kurt— en otros dos compañeros, Eric y Theo. Lars Kraume, según me relató en una entrevista mantenida con ocasión del estreno en Alemania, rueda “un drama clásico, con una estructura convencional en tres actos y un vocabulario fotográfico clásico, así como con música asimismo clásica, de orquesta. No se trataba de hacer ningún experimento fílmico”.

Aunque, dentro de la historia de la RDA, estos hechos tengan relativamente poca relevancia, evidencian un sistema inhumano. “La historia de la RDA está llena de momentos similares, en los que los individuos colisionan con el sistema”, dice Kraume. Y en relación con una escena de su filme, en la que el ministro grita a una estudiante por portar una cruz al cuello, explica el director: “Es un hecho histórico, sucedió realmente así”. Y añade: “Es curioso que, en esa ciudad de nueva planta, hubiera una sala de oración; no era propiamente una iglesia, pero sabían que la religión no se puede negar”.

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