La noche de los girasoles

Director y guionista: Jorge Sánchez-Cabezudo. Intérpretes: Carmelo Gómez, Judith Diakhate, Celso Bugallo, Manuel Morón, Mariano Alameda. 100 min. Adultos. (VXD)

GÉNEROS

Notable debut en el largometraje del español Jorge Sánchez-Cabezudo, que en 1996 logró una candidatura al Goya al mejor corto por «La gotera». Con una original estructura de guión deconstruido, donde las piezas acaban al fin encajando, plantea una sólida historia en la España rural, donde se aúnan el drama y el «thriller», con el telón de fondo de un modo de vida, el del campo, que, más que transformarse, está desapareciendo.

El film sigue a cuatro tipos humanos. Está el viajante gris, al que se adivina una vida familiar insatisfactoria y que podría ser primo lejano del Willy Loman de «Muerte de un viajante», de Arthur Miller. Luego aparecen los espeleólogos: un matrimonio y un socio, que acuden a un pueblo perdido donde el hallazgo de una cueva podría ser una buena excusa para impulsar el turismo rural. En tercer lugar se sitúan los dos hombres de campo, solitarios, que mantienen una rivalidad ancestral. Y completa el cuadro la pareja de la Guardia Civil: un sargento veterano y un cabo casado con la hija del primero.

Alrededor de este microcosmos humano, donde conviven la ilusión con las frustraciones y el «ir tirando», se desata la tragedia, que empieza por una agresión sexual. El director pergeña una trama que permite ahondar en la psicología humana, sus grandezas y miserias. El joven cineasta no deja de señalar que los actos tienen consecuencias, y que existe el sentido de culpa, aunque lo hace de un modo fatalista. Sorprende la madurez narrativa, la sabia combinación del «suspense» con consideraciones acerca de la agonía de la vida rural y sus intentos de supervivencia, o de la mediocridad en que fácilmente nos instalamos, y de la que a veces buscamos salir por atajos equivocados.

Hay un acierto completo en el reparto, y los actores están muy bien dirigidos. Pesan, eso sí, la gran crudeza de varias escenas y un tono desesperanzado, donde el instinto de supervivencia y los miedos parecen más fuertes que los comportamientos desinteresados. Respecto a este último punto, brilla el sargento de la Guardia Civil, con una interpretación perfecta de Celso Bugallo.

José María Aresté

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