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In My Country

TÍTULO ORIGINAL Country of My Skull

DIRECCIÓN

GÉNEROS

Director: John Boorman. Guión: Ann Peacock. Intérpretes: Samuel L. Jackson, Juliette Binoche, Brendan Gleeson, Menzi Ngubane, Sam Ngakane, Aletta Bezuidenhout, Lionel Newton, Langley Kirkwood. 104 min. Adultos.

A mediados de los años noventa del siglo pasado se puso en marcha en Sudáfrica la Comisión de la Verdad y la Reconciliación, como medio para realizar una transición pacífica después del «apartheid». Esta comisión tuvo la potestad de conceder la amnistía a aquellos culpables que reconocieron sus delitos delante de las víctimas, mostraron su arrepentimiento y demostraron que actuaban siguiendo órdenes del gobierno establecido. Ana Malan (Juliette Binoche), una periodista «afrikaner», y Langston Whitfield (Samuel L. Jackson), un redactor afroamericano del «Washington Post», coinciden en las vistas ante la Comisión, una sucesión de testimonios desgarradores.

El londinenese de 72 años John Boorman («Excalibur», «Más allá de Rangún», «El sastre de Panamá») contaba con elementos de gran valor para construir esta película mitad «thriller» periodístico-social -en la línea de «Veronica Guerin»-, mitad drama sentimental. El tema es interesante, y el planteamiento de fondo -la reconciliación como medio de encontrar la paz-, muy positivo. Además, tiene un buen reparto, las localizaciones son estupendas y el diseño de producción está muy cuidado.

Sin embargo, la película no funciona, quizás por culpa de un guión que cae en la obviedad y el esquematismo, y no da tiempo al espectador a involucrarse en el drama que describe.

Los testimonios de las víctimas, de una gran crudeza, causan repugnancia, pero no llegan a conmover, exceptuando quizás el del niño negro que ha visto asesinar a sus padres. Además, resultan exageradas las reacciones de los protagonistas, especialmente las del personaje interpretado por Juliette Binoche. Y la trama sentimental, poco creíble y primaria, está metida de canto -casi como un pretexto para que la reflexión política no aburra- y sólo encuentra una cierta justificación narrativa en el desenlace.

Ana Sánchez de la Nieta

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